Pedro Conde Sturla
30 de octubre de 2008
Marguerite Yourcenar |
El
ingeniero filósofo José Ramón Bonilla Almonte comenta con gracia
en un correo, con su acostumbrada agudeza y sentido del humor la
entrega que le dediqué la semana pasada:
“En
una página sonora de El Caribe aparezco con mi sonrisa búdica
al lado de mi fraterno Dinápoles, ambos encaramados en la
montaña mágica de Polo, compartiendo una sesión de sanación
a tales alturas orográficas, como si rememorásemos la obra homónima
de Thomas Mann... Yo,
escondido en mi sonrisa de camaján, y Dinápoles, llenando su
sacramental espacio de consagración existencial, como si la vida se
colmara en una construcción voluntaria de tedéum y de horas
santas...”
Bonilla confiesa más adelante:
“Toda
lectura y relectura por mi parte exige grandes sacrificios, pues no
puedo dejar de identificar mi vida con las tramas que pretendo
deshilvanar, reconstruyendo un libro paralelo al de los autores...”
En
sus comentarios también se expone al sacrificio, al desgarramiento.
Hoy Bonilla rememora “otras voces, otros ámbitos” igualmente
desgarrados y desgarradores. El ámbito de Truman Capote, de
Marguerite Yourcenar y de Walt Whitman.
Una
cuarta pieza pertenece, en cambio, al ámbito de la ciencia y de la
música puras y es una especie de material cifrado (para los
profanos), en una especie de código navajo que sólo comparte con
Dinápoles y otros pocos elegidos.
TRUMAN CAPOTE
La
literatura norteamericana nunca ha estado exenta de las
tangencialidades sexuales, demostrativas de las búsquedas frustradas
de paraísos materiales, así como de los extravíos de las
sensibilidades irresueltas, todo ello dentro de un
mundo machista de gangsterismos implacables. ..
Cuando
leía en Monterrey “Manhattan
Transfer”,
de John Dos Passos, me percaté de que en la Nueva Inglaterra de
inicios del siglo XX todo estaba permitido, menos fracasar
económicamente...y que el verbo amar era inconcebible de conjugar
sin éxitos materiales que garantizaran la existencia cotidiana... y
que la belleza de la mujer conquistada en franca
indefensión económica era letal, porque el sujeto que amaba
simplemente era intercambiado por la femme por un candidato
cualquiera cuando flaqueaba el bolsillo, aunque el nuevo
pretendiente sólo fuera ligeramente superior a escala
económica...
A
Truman Capote le tocó vivir estas tremendidades y optó por
autoprotegerse de tales amenazas refugiándose en la doble protección
del talento y el afeminamiento.
De
ingenio indiscutible quiso, al final de su carrera, constituirse en
el Proust norteamericano.
Inició
su última saga narratológica asumiendo una descriptología de los
detalles de salón, a lo Marcel Proust, despellejando a la
aristocracia norteamericana que tanto disfrutaba de sus ocurrencias
y de su voz amanerada y aflautada...Pero no se cuidó de
mantener los anonimatos y los respetos debidos.
Marlon
Brando se sintió infamado y amenazó con matarlo...otros famosos
fueron más lejos y lo hundieron en el lodo del desprecio y de la
ignominia...
Finalmente
sucumbió este pobre muchacho, hijo de una norteamericana golpeada, y
finalmente recogida por un cubano apellidado Capote.
Walt
Whitman y Emile Dickinson, en sus respectivos géneros de poeta y
poetisa insignes, fueron más recatados y felices, aunque
padecieron de la misma dolencia tangencial.
Pero
nadie podrá ignorar la grandeza de este ser desdichado, genial e ido
a destiempo, casi voluntariamente, en medio de un tremedal de escapes
alucinatorios de sí mismo y de su pasado.
MARGUERITE
YOURCENAR
Marguerite
Yourcenar fue muy discreta en su vida amorosa. Quien quiera pergeñar
en sus secretos íntimos, a través de su vasta producción
literaria, dedicada mas bien a evocaciones de la antigüedad y a una
que otra reseña de su infancia, de seguro que se cansará en el afán
infructuoso de excogitar juegos eróticos y de otra índole.
Sin
embargo, de manera casi accidental me he encontrado con insinuaciones
cuasi-inocentes, que revelan la sensibilidad
extraordinaria de esta mujer grandiosa, que vivió gran parte de su vida en Maine, acompañada de una amiga inseparable, que murió antes que ella, y que la sumió en una profunda depresión, sólo comparable a la soledad desértica de Flaubert (“Me parece que atravieso una soledad sin fin para ir a no sé dónde...Yo soy a un mismo tiempo el desierto, el viajero y el camello...”).
Voy a relatar un acontecimiento casi fútil, tomado del libro
“¿Qué? La Eternidad”, que describe un encuentro casi trivial de la niña Marguerite Yourcenar con una joven de su edad llamada Yolande.
extraordinaria de esta mujer grandiosa, que vivió gran parte de su vida en Maine, acompañada de una amiga inseparable, que murió antes que ella, y que la sumió en una profunda depresión, sólo comparable a la soledad desértica de Flaubert (“Me parece que atravieso una soledad sin fin para ir a no sé dónde...Yo soy a un mismo tiempo el desierto, el viajero y el camello...”).
Voy a relatar un acontecimiento casi fútil, tomado del libro
“¿Qué? La Eternidad”, que describe un encuentro casi trivial de la niña Marguerite Yourcenar con una joven de su edad llamada Yolande.
“Nos
acostamos las dos juntas...y un instinto, una premonición de los
deseos intermitentes experimentados y
satisfechos más tarde en el curso de mi vida, me hizo encontrar la posición y los movimientos necesarios de dos mujeres que se
aman...
satisfechos más tarde en el curso de mi vida, me hizo encontrar la posición y los movimientos necesarios de dos mujeres que se
aman...
Mis
deseos no nacerían de verdad hasta años más
tarde, y alternativamente, durante años también,
desaparecerían hasta el punto de ser olvidados. Aquella Yolande, un poco dura, me amonestó gentilmente:
tarde, y alternativamente, durante años también,
desaparecerían hasta el punto de ser olvidados. Aquella Yolande, un poco dura, me amonestó gentilmente:
-
Me han dicho que está mal hacer esas cosas.
-¿De
verdad?- dije yo.
Y
apartándome sin protestar, me dormí en seguida en el borde de la
cama.”
La
anciana solitaria quiso escribir su autobiografía, y apenas
nos dejo tres libros que sólo abarcaron parte de su niñez.
nos dejo tres libros que sólo abarcaron parte de su niñez.
Acabo
de leer “La llama doble” de Octavio Paz. El gran
ensayista y poeta sólo menciona una vez a Marguerite Yourcenar, a propósito de un poema de Teócrito, el primer poema de amor, escrito en el siglo III a.C., un largo monólogo de Simetha, inicio de los enconos de la mujer y sus misterios, donde se dan cita el amor, el odio, el despecho y el deseo.
ensayista y poeta sólo menciona una vez a Marguerite Yourcenar, a propósito de un poema de Teócrito, el primer poema de amor, escrito en el siglo III a.C., un largo monólogo de Simetha, inicio de los enconos de la mujer y sus misterios, donde se dan cita el amor, el odio, el despecho y el deseo.
La
Yourcenar prefirió el amor-servicio en lugar del amor-pasión...Ella
se identifico con el amor algo contemplativo y ascendente que predicó
Diotima en “El Banquete” de Platón”.
Me
cansé.
LOS VENCIDOS DE WHITMAN.
Acabo
de conocer una curiosa hipótesis, nada violenta, de un
norteamericano llamado Van Wyck Brooks, nacido en 1886.
Brooks
dedica un estudio progresivo a Emerson, Henry James y Mark Twain,
olvidando a Whitman, sosteniendo la tesis de la incompatibilidad de
estos personajes con su vencedora madre patria.
En
Emerson, Brooks estudia a un artista en desacuerdo con América; en
James, el de un artista que escapa de América; y en Twain, el de un
artista y periodista frustrado por América.
Como
Whitman es silenciado, entonces él habla por si mismo, dando un
salto de canguro al verso 18 de “Song of myself “.
“I
play not a march for victors only... / I play great
marches
for conquered and slain persons…”
No
toco una marcha tan sólo para los vencedores.../ toco grandes
marchas por los vencidos y los asesinados. / Hago sonar tambores
triunfales por los muertos.../ lanzo por mis boquillas la música más
fuerte y divertida / en su honor, / lanzo vivas por los vencidos, por
aquellos cuyos barcos de guerra / se hundieron en el mar, / y por
todos los generales que perdieron batallas, / por todos
los
heroes vencidos y por los numerosos héroes desconocidos, / que son
iguales a los más grandes héroes conocidos.
Whitman
era así: un héroe de aquellos que no tenían voces en los diarios.
Me
voy.
DINÁPOLES
Sólo
un Físico como tú puede racionalizar la música, incluyendo el
efecto de la trompetista que la imita vocalmente.
Toda
la música es un trasunto de mezclar adecuadamente ondas
acústicas provenientes de diferentes instrumentos musicales, a
sabiendas de que una nota cualquiera, de 440 hertzios, por
ejemplo, suena “distinto” en cada instrumento por la
sencilla razón de que la cavidad sonora de un violín es diferente a
la de una flauta o la de un oboe.
Pero
si desarrollamos en Series de Fourier estas ondas sonoras en
apariencia distintas veríamos y oiríamos la onda
fundamental idéntica...La Natural.
El
físico más versado en estas correlaciones fue Helmholz
(1821-1894), pero otros anteriores, como Euler y Bernoulli,
también se dedicaron a correlacionar la música con la física
clásica y la acústica.
A
mí me tocó la suerte de estudiar vibraciones mecánicas con
Beckley, en el TEC, y me familiaricé bastante con las mediciones
electrodinámicas, que son básicas para acometer la parte
de la física clásica llamada acústica, la
cual desgraciadamente ya no está en el currículo de física.
Yo
disfruto muchísimo relacionando la música con los estados de ánimo:
Cuando estoy alegre pero no demasiado, que es mi estado normal
digo: Allegro ma non troppo.
Cuando me invade la melancolía
suave digo: Poco allegro ma non lamentoso.
pcs,
jueves, 30 de octubre de 2008
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