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Acuarela (2)
La fama de Ludovino lo precedía. Tenía modales de caballero, mucha finura en el hablar, y escogía a sus víctimas sin apasionamiento. Era alguien que mataba por matar, un cancerbero. Medio mundo conocía la historia de unos presos a los que había metido en sacos de yute y arrojados al mar.
Pedro Conde Sturla25-01-2021 00:03
Todos los años, y a veces dos veces al año, el minotauro venía de visita al pueblo y el pueblo se ponía de fiesta por fuera y se ponía de luto por dentro. Su llegada nunca era anunciada públicamente, pero se podía presentir, se podía oler, se podía percibir en el nerviosismo y el miedo que invadía a los funcionarios civiles y militares con varios días de antelación. Ademas, en la iglesia comenzaba a entrar una brisa caliente, malsana, se apagaban los velones y se derretían los cirios y los feligreses se sentían incómodos. El cura párroco sospechaba de una presencia maligna.
Por lo demás, en cada rincón del pueblo se extremaba la limpieza, la recogida de basura y animales muertos, y se pintaban las escuelas y edificios públicos. Salvo el mercado, que era siempre un asco, el lugar quedaba oloroso y resplandeciente, en especial el local del Partido Dominicano.