sábado, 7 de agosto de 2021

La rueda de la fortuna (2)

Pedro Conde Stur6 agosto, 2021

José Estrella y Trujillo

El 16 de octubre de 1940, el general José Estrella —el hombre al que la bestia solía llamar tío José— cayó sorpresivamente en desgracia. Fue destituido como gobernador de Santiago y de todos los demás puestos que ocupaba. Su flamante cargo de Comisionado especial para el norte, en el que se desempeñaba con brutal autonomía, fue simplemente abolido. Apenas un mes más tarde, el día 16 de noviembre, ingresó como prisionero en la fortaleza San Luis de Santiago.

sábado, 31 de julio de 2021

La rueda de la fortuna (1)

Pedro Conde Sturla

30 julio, 2021

La firma del tratado Trujillo-Hull se convirtió de la noche a la mañana —por órdenes de la bestia— en el hecho histórico más transcendente de la historia dominicana, con excepción, quizás, del día del nacimiento de la bestia, la llegada al poder de la bestia, el cumpleaños de la mamá de la bestia... La pluma, con la que había firmado, el 24 de septiembre de 1940, se convirtió o quiso ser convertida por el congreso en un símbolo patrio, y el Padre de la Patria Nueva y Benefactor de la patria se convirtió ademas en Restaurador de la Independencia Financiera.

sábado, 24 de julio de 2021

La redención de la deuda

Pedro Conde Sturla

23 julio, 2021

Firma del tratado Trujillo-Hull

Cuatro meses después de haber resucitado de entre los muertos, la bestia se encontraba en Washington. La operación de ántrax había sido un éxito, aunque el paciente había estado a punto de morir, y ahora se encontraba en la capital del imperio, firmando el tratado Trujillo—Hull. La misma bestia se había nombrado Embajador extraordinario en misión especial, un cargo que le daba potestad para firmar el documento, y asistió puntualmente a la ceremonia, que se efectuó el 24 de septiembre de 1940. Para estar presente había hecho un esfuerzo sobrehumano, o mejor dicho bestial. Dice Crassweller que todavía no estaba físicamente recuperado y que bajo su camisa de cuello alto se disimulaba el vendaje que cubría la herida. Había sufrido, recientemente uno de sus recurrentes ataques de malaria y bajo cualesquiera otras circunstancias no habría abandonado su cama y que su debilidad era visible en la inusual firma que estampó en el documento. Ese fue —dice Crassweler— probablemente el cenit de su carrera, el punto más alto que llegara alguna vez a alcanzar como estadista.

sábado, 17 de julio de 2021

La resurrección de la bestia

Pedro Conde Sturla

16 julio, 2021

Foto de Trujillo después de la operación de ántrax

A la muerte de Jacinto Bienvenido Peynado y Peynado en 1940 —a mitad de su período como presidente títere de la República—, ocupó la presidencia otro títere de nombres y apellidos igualmente rimbombantes: Manuel de Jesús María Ulpiano Troncoso de la Concha.

sábado, 3 de julio de 2021

La noche quedó atrás (2 de 2)

Pedro Conde Sturla

2 julio, 2021

Foto autografiada de Jan Valtin, seudónimo de Richard Julius Hermann Krebs. 

La publicación de “La noche quedó atrás” (1941) en los Estados Unidos (cuando la Segunda Guerra Mundial se enseñoreaba en vastas regiones del planeta), desató un interés inusitado. En poco tiempo se vendió un millón de ejemplares y el éxito dio origen a unas agrias controversias sobre la autenticidad del autor y la obra. Se llegó a afirmar en algunos medios que Jan Valtin no existía o que no había escrito el libro. O bien que no era posible que alguien hubiera podido vivir y sobrevivir a tantas y tan temerarias aventuras.

sábado, 26 de junio de 2021

La noche quedó atrás

Pedro Conde Sturla

25 junio, 2021

Aquel poema al inicio de aquel libro me produjo una emoción parecida a una conmoción, un sacudimiento visceral. Era un poema desafiante, de William Ernest Henley, al que alguien le puso un título que el autor no le había puesto: “Invictus”. Un título preciso, impecable, que se corresponde perfectamente con el sentido del poema. Ha sido traducido muchas veces al español y de alguna manera conserva su fuerza. La versión que siempre he preferido es la que aparece a manera de epígrafe en aquel libro:

sábado, 19 de junio de 2021

El oficio de vivir

Pedro Conde Sturla

18 junio, 2021

Oficio de vivir. Oficio de escribir. Oficio de morir. Los tres oficios fueron un poco la misma cosa en la vida y en la obra del escritor César Pavese. Un escritor que vivía y escribía y moría intensamente y que dejó una huella indeleble en la literatura italiana contemporánea.

sábado, 5 de junio de 2021

Las leyes en la corte de los milagros

Las leyes en la corte de los milagros

Hay que destacar que las leyes en la corte de los milagros tienen un carácter didáctico, educativo, práctico, espartano.

07-06-2021 Gringoire en la corte de los milagros

Nadie puede imaginar cómo me sentía yo contemplando desde las páginas de Nuestra señora de París aquel ambiente tan sórdido y tenebroso adonde me había conducido, como quien dice de la mano, el gran Víctor Hugo en compañía de Pierre Gringoire. Era un lugar tan intrincado y peligroso que ni los mismos habitantes estaban allí seguros, y se perdían incluso de vez en cuando en su propio laberinto. Ningún extraño entraba, a menos que no fuera por equivocación o por la fuerza. Hasta los albañiles que por casualidad o demagogia eran designados para construir o reparar cualquier obra eran asesinados sin piedad. Además, todo olía peor que en Dinamarca.

sábado, 29 de mayo de 2021

Un juicio en la corte de los milagros

Pedro Conde Sturla

28 mayo, 2021

Víctor Hugo siempre tenía una mirada para los desposeídos, una manera de mostrar a sus coetáneos cómo vivía la mayoría de la gente, y en especial los menos afortunados. Se empecinaba muchas veces en hacernos ver el lado podrido de las cosas a las que la mayoría de la gente daba la espalda, las cosas que mucha gente ignoraba o pretendía ignorar.

sábado, 22 de mayo de 2021

Los milagros de la corte

Pedro Conde Sturla

21 mayo, 2021

La Corte de los milagros

En el París renacentista, el que describe Víctor Hugo en Nuestra señora, no sólo había luz sino también mucha oscuridad y muchas cosas tenebrosas. En la ciudad de Roma uno puede leer por las calles una historia de dos mil setecientos y tantos años, pero el París del siglo XV era pura magia, una especie de conjuro donde se habían reunido todas las cosas bellas del mundo y algunas de las más apestosas. Había, en efecto, en algunos barrios de la ciudad luz, entre los más sórdidos espacios laberínticos de la inmensa urbe, mucha oscuridad y mucha mierda. El milagro en esos lugares era cotidiano. Nada más entrar, los ciegos veían, los tullidos volvían a caminar, las llagas y pústulas más horrendas desaparecían. Eran lugares donde malvivía —en comunión con la mugre y las ratas y los piojos y las pulgas, el crimen y la promiscuidad— lo más granado de la escoria social, el lumpen proletariado urbano. Es decir, mendigos y ladrones y asesinos a granel, prostitutas y bandoleros de toda clase, multitud de niños que aprendían desde la más tierna edad a “buscarse” la vida. Eran lugares temidos por la mayoría de la gente, pero también por las mismas autoridades. Allí no tenían vigencia las leyes y las normas por las que se regía la sociedad de la época. Tenían su propio gobierno, sus propios tribunales y reglamentos y la justicia era siempre expedita: