Pedro
Conde Sturla
8 de agosto 2006
Cuando voy al río nunca estoy solo
Me acompaña mi sombra y la botella
Cuando regreso, la sombra se me enreda entre los pies.
8 de agosto 2006
A
Li Po Tai lo conocí en la voz de Luis Camarena, amigo de Juan
Monclús y amigos casi de infancia de un hermano médico que vive en
Alemania -uña y carne desde una época remota en los predios de la
Ciudad Colonial. Camarena tenía una vena de poeta o por lo menos de
declamador y yo lo escuchaba extasiado diciendo unos versos chinos
que se podían pintar en virtud de la gracia, la precisión de la
imagen. Eran versos clásicos, epicúreos, que no he logrado
encontrar y que a lo mejor sólo existen en el desliz y el deslave de
la memoria traicionera, pero que son de alguna manera de Li Po, a
pesar de posibles infidelidades:
Cuando voy al río nunca estoy solo
Me acompaña mi sombra y la botella
Cuando regreso, la sombra se me enreda entre los pies.
Li
Po Tai vivió entre el vino, la corte imperial y la leyenda,
recorriendo caminos de la China inmensurable entre el 701 y 762, y su
muerte se atribuye a un gesto poético, o etílico poético: quiso
abrazar o besar la imagen de la luna desde un barco, ebrio, que no
era el de Rimbaud.
Las
traducciones de Octavio Paz, aunque de segunda mano son memorables y
conservan todas las esencias:
Ante
el monte Ching-t´ing
Pájaros
que se pierden en la altura.
Pasa
una nube, quieta, a la deriva.
Solos
y frente a frente, el monte y yo
No
nos hemos cansado de mirarnos.
El
santuario de la cumbre
La
cumbre, el monasterio.
Ya
es noche. Alzo la mano
y
toco a las estrellas.
Hablo
en voz baja: temo
que
se despierte el cielo.
Amarre
nocturno
Una
cala en el río del Oeste.
El
cielo azul aún. Ni el jirón de una nube.
La
cubierta inundada por la luna.
Los
tiempos de antes: Hsieh, gran general.
Yo
le hubiera leído este poema.
Otros
leyó, no míos. Hoy es sombra entre sombras.
Filo
de luz: el alba. Leve viento: zarpamos.
Silenciosas
caían las hojas de los arces.
Si
llora el paso del tiempo con imágenes gráficas extraordinarias,
también llora por las iniquidades de los hombres y las intrigas del
poder y de ellas toma distancia. Li Po Tai vivía, en efecto, en otra
tierra, se había peleado con la corte y se había mudado al exilio,
el digno exilio interior de los que reniegan del poder.
Pregunta
y respuesta
¿Por
qué vivo en la colina verde-jade?
Río
y no respondo. Mi corazón sereno:
Flor
de durazno que arrastra la corriente.
No
el mundo de los hombres,
Bajo
otro cielo vivo, en otra tierra.
Como
Omar Kayán, a quien antecedió en varios siglos, vivía sólo para
la filosofía, la poesía y el vino y es muy semejante su poesía en
cuanto a la “inspiración escéptica”, la angustia por la
brevedad y el absurdo de la vida:
Bebiendo
solo a la luz de la luna
Entre
las flores, un tazón de vino
Bebo
solo, ningún amigo está cerca.
Levanto
mi copa, invito a la luna
y
a mi sombra, y ahora somos tres.
Mas
la luna nada sabe de bebidas
y
mi sombra se limita a imitarme,
pero
así y todo, luna y sombra serán mi compañía.
La
primavera es época propicia para el goce.
Canto
y la luna prolonga su presencia,
bailo
y mi sombra se enreda.
Mientras
me mantengo sobrio, somos alegres juntos,
cuando
me embriago, cada uno marcha por su lado
jurando
encontrarnos en el Río de Plata de los cielos.
Lo
que sorprende del poeta es su modernidad clásica rubendariana o más
bien al revés. Parecería que en algunos poemas el propio Rubén
Darío está escribiendo “Juventud divino tesoro/ ya te vas para no
volver/ cuando quiero llorar no lloro/ y a veces lloro sin querer”.
No en vano decía Borges que toda novedad es un olvido” y en los
proverbios de Salomón se dice que “nada hay nuevo bajo el sol”:
Ni
el agua que transcurre torna a su manantial,
Ni el agua que transcurre torna a su manantial,
ni la flor desprendida de su tallo
ni la flor desprendida de su tallo
vuelve
jamás al árbol que la dejó caer.
Aquí
fue la morada antigua del rey de Wu;
libre
crece la hierba hoy sobre sus ruinas.
Más
lejos, el inmenso palacio de los T'sing,
antaño
tan suntuoso y tan temido.
Todo
eso fue y no es, todo llega a su término.
Los
hechos y los hombres viajan hacia el morir,
como
pasan las aguas del Río Azul a perderse en el mar.
Fugitivo
relámpago es la vida.
que apenas si da tiempo a sentir su pasar.
Inmutable es la faz de la tierra y del cielo:
mas cuán súbito el cambio de nuestro propio rostro.
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