lunes, 12 de agosto de 2019

LI PO TAI

Pedro Conde Sturla
8 de agosto 2006


A Li Po Tai lo conocí en la voz de Luis Camarena, amigo de Juan Monclús y amigos casi de infancia de un hermano médico que vive en Alemania -uña y carne desde una época remota en los predios de la Ciudad Colonial. Camarena tenía una vena de poeta o por lo menos de declamador y yo lo escuchaba extasiado diciendo unos versos chinos que se podían pintar en virtud de la gracia, la precisión de la imagen. Eran versos clásicos, epicúreos, que no he logrado encontrar y que a lo mejor sólo existen en el desliz y el deslave de la memoria traicionera, pero que son de alguna manera de Li Po, a pesar de posibles infidelidades:

Cuando voy al río nunca estoy solo
Me acompaña mi sombra y la botella
Cuando regreso, la sombra se me enreda entre los pies.


Li Po Tai vivió entre el vino, la corte imperial y la leyenda, recorriendo caminos de la China inmensurable entre el 701 y 762, y su muerte se atribuye a un gesto poético, o etílico poético: quiso abrazar o besar la imagen de la luna desde un barco, ebrio, que no era el de Rimbaud.
Las traducciones de Octavio Paz, aunque de segunda mano son memorables y conservan todas las esencias:

Ante el monte Ching-t´ing
Pájaros que se pierden en la altura.
Pasa una nube, quieta, a la deriva.
Solos y frente a frente, el monte y yo
No nos hemos cansado de mirarnos.

El santuario de la cumbre
La cumbre, el monasterio.
Ya es noche. Alzo la mano
y toco a las estrellas. 
Hablo en voz baja: temo 
que se despierte el cielo.        
 
 
Amarre nocturno
Una cala en el río del Oeste.
El cielo azul aún. Ni el jirón de una nube.
La cubierta inundada por la luna.
Los tiempos de antes: Hsieh, gran general.
Yo le hubiera leído este poema.
Otros leyó, no míos. Hoy es sombra entre sombras.
Filo de luz: el alba. Leve viento: zarpamos.
Silenciosas caían las hojas de los arces.

Si llora el paso del tiempo con imágenes gráficas extraordinarias, también llora por las iniquidades de los hombres y las intrigas del poder y de ellas toma distancia. Li Po Tai vivía, en efecto, en otra tierra, se había peleado con la corte y se había mudado al exilio, el digno exilio interior de los que reniegan del poder.

Pregunta y respuesta
¿Por qué vivo en la colina verde-jade?
Río y no respondo. Mi corazón sereno:
Flor de durazno que arrastra la corriente.
No el mundo de los hombres,
Bajo otro cielo vivo, en otra tierra. 

Como Omar Kayán, a quien antecedió en varios siglos, vivía sólo para la filosofía, la poesía y el vino y es muy semejante su poesía en cuanto a la “inspiración escéptica”, la angustia por la brevedad y el absurdo de la vida:

Bebiendo solo a la luz de la luna

Entre las flores, un tazón de vino 
Bebo solo, ningún amigo está cerca.
Levanto mi copa, invito a la luna
y a mi sombra, y ahora somos tres. 
Mas la luna nada sabe de bebidas   
y mi sombra se limita a imitarme,   
pero así y todo, luna y sombra serán mi compañía.
La primavera es época propicia para el goce.
Canto y la luna prolonga su presencia,
bailo y mi sombra se enreda.
Mientras me mantengo sobrio, somos alegres juntos,
cuando me embriago, cada uno marcha por su lado
jurando encontrarnos en el Río de Plata de los cielos.

Lo que sorprende del poeta es su modernidad clásica rubendariana o más bien al revés. Parecería que en algunos poemas el propio Rubén Darío está escribiendo “Juventud divino tesoro/ ya te vas para no volver/ cuando quiero llorar no lloro/ y a veces lloro sin querer”. No en vano decía Borges que toda novedad es un olvido” y en los proverbios de Salomón se dice que “nada hay nuevo bajo el sol”:

Ni el agua que transcurre torna a su manantial,

Ni el agua que transcurre torna a su manantial,
ni la flor desprendida de su tallo
vuelve jamás al árbol que la dejó caer.
Aquí fue la morada antigua del rey de Wu;
libre crece la hierba hoy sobre sus ruinas.
Más lejos, el inmenso palacio de los T'sing,
antaño tan suntuoso y tan temido.
Todo eso fue y no es, todo llega a su término.
Los hechos y los hombres viajan hacia el morir,
como pasan las aguas del Río Azul a perderse en el mar.
Fugitivo relámpago es la vida.
           que apenas si da tiempo a sentir su pasar.
           Inmutable es la faz de la tierra y del cielo:
           mas cuán súbito el cambio de nuestro propio rostro.


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