sábado, 2 de septiembre de 2017

El peligro de ser útil


        EL PELIGRO DE SER ÚTIL 
Pedro Conde Sturla
 
Dice Zhuangzi que “la inteligencia del mono y la habilidad del perro para cazar ratones les granjean sus cadenas”. Se pregunta “¿Por qué, entonces, va a ser perjudicial y malo no servir para nada?” De hecho, Zhuangzi parece advertir sobre el peligro de ser útil, aunque quizás no en sentido general, quizás se refiere al peligro de ser útil en determinadas circunstancias. La belleza de una mujer puede acarrear su perdición, la fortaleza física de un siervo lo convierte en candidato ideal para el reclutamiento militar. En uno de los más celebrados cuentos mágicos chinos, la fama de un pintor paisajista lo conduce al palacio real y pierde su libertad, hasta que finalmente escapa, adentrándose en uno de los paisajes que pintaba por un sendero infinito.
Cuando alguien le dice a Chuangzi que sus palabras son “nudosas e inútiles!”, que “¡No sirven a nadie!”, éste se echa a reír. Es evidente que “Todo el mundo sabe lo útil que es ser útil; pero nadie parece saber lo útil que es ser inútil”. Nadie como él explica el peligro de ser útil y la utilidad de “una virtud inútil”:
“El distrito Chingshih del estado de Sung constituye un
hábitat perfecto para las catalpas, los cipreses y las moreras.
Pero cuando sus troncos alcanzan un palmo o dos de
perímetro, los lugareños los cortan para hacer perchas para
los monos. Cuando llegan a los tres o cuatro palmos, los
talan para elaborar bellas parhileras. Los supervivientes
que llegan a los siete u ocho palmos, son abatidos para
fabricar los plafones de los ataúdes de la nobleza y la gente
rica. Por consiguiente, nunca viven todos los días y años
destinados, sino que perecen prematuramente bajo el
hacha. Ésa es la desgracia que sufren por su valor material.
Los bueyes con manchas blancas, los cerdos con el
hocico respingón y los hombres con hemorroides no son
ofrecidos en el Río de los Sacrificios. Todos los sacerdotes
lo saben y las consideran ‘criaturas desafortunadas’. Sin
embargo, el Verdadero Espíritu las llama ‘las grandes afortunadas’.
“El hombre llamado Árbol Inútil tiene el mentón en el
ombligo, los hombros encorvados por encima de la cabeza
y el hueso del pescuezo apuntando al cielo. Los cinco órganos
principales en la parte alta y los fémures contra las costillas.
Cose y lava ropa para ganarse la vida, y al aventar de
nuevo la barcia saca suficientes cereales para alimentar a
diez personas. En la época de alistarse a filas, puede pasear
su lisiado cuerpo ociosamente, y cuando la comunidad se
reúne para trabajar en el campo, como está incluido entre
los enfermos crónicos, nunca tiene que participar. Cuando
se distribuye el grano que el estado regala, recibe tres medidas
llenas y diez haces de leña. Su forma es inútil, por cierto,
pero basta para sus necesidades. Sin duda vivirá todos
los años de su vida. Si es así para él, ¡cuánto más lo será
para quienes poseen una virtud inútil!”
         Muchas cosas quizás sólo pretenden ser inútiles como el árbol no maderable, por ejemplo, pero no por eso dejan en secreto de ser útiles. A la sombra de sus ramas gigantescas se congregan los hombres como en un templo:
“-Si se esfuerza tanto por ser inútil, ¿por qué se ha convertido   en un templo?
“-Es un secreto (…) Sólo está fingiendo, así lo protege también la gente que no aprecia lo inútil. Si no representara un templo, quizá
lo habrían abatido y partido. De ese modo es distinto de los demás árboles”. 
Así es el árbol inútil del relato de Chuangzi:
“Un carpintero llamado Piedra viajó a Ch’i. Al llegar a
Ch’u-yuan, vio un gran castaño que la aldea usaba como
templo. Era tan enorme que su sombra podía cobijar a
miles de bueyes, su tronco medía cien palmos de ancho, era
alto como una montaña y sus ramas más bajas estaban a
unos veinticinco metros del suelo. Más de una docena de
ellas eran tan grandes que podían haberse vaciado para
construir botes. Los visitantes se apiñaban a su alrededor
como si fuera la plaza del mercado. Piedra, el carpintero,
apenas lo miró y continuó su camino sin dignarse siquiera a
volver la cabeza. Pero sus aprendices no pudieron evitar
quedar boquiabiertos ante él y tuvieron después que correr
para alcanzar a su maestro. Uno de ellos le dijo:
“-Desde que cogimos las hachas para seguirte, maestro,
nunca hemos visto una madera tan hermosa. ¡Pero tú
ni siquiera te has detenido a mirarla! Has seguido tu camino.
¿Cómo puede ser?
“-¡Ya basta! —gritó Piedra—. No quiero oír hablar de
ella. Esa madera es basura. Si construís un bote con ella, se
hundirá. Si hacéis ataúdes, se pudrirán antes de tiempo.
Para fabricar utensilios, es demasiado quebradiza. Para
hacer una verja o una puerta, exuda demasiada savia.
Haced un pilar con ella, y atraerá a los gusanos. Su madera
no sirve para nada. No puede usarse. Por eso el árbol es tan
viejo. Cuando el carpintero regresó a su casa, el fabuloso
árbol se le apareció en sueños diciendo:
“-¿Me has comparado con árboles cultivados, con el
espino, el peral, el naranjo, con todos los arbustos y árboles
que dan fruto? Cuando los frutos están maduros se los
roban, descortezan el tronco y, en general, los maltratan
rompiendo las grandes ramas mientras que por las pequeñas
gotea la savia a causa de las heridas. Tienen una maravillosa
habilidad para transformar su utilidad en una miserable
existencia. Y cuando el hilo de sus días y años se agota,
son talados y arrancados por pobres diablos. Así ocurre con
todas las cosas del mundo. Por eso me esfuerzo en aprender
el arte de la inutilidad. Aunque por poco haya acabado
conmigo, ahora ya lo domino y me resulta muy útil. Si
hubiera sido de alguna utilidad, ¿crees que habría tenido
alguna oportunidad de haber crecido tanto? Tanto tú como
yo somos objetos. ¿A qué viene enjuiciarme? Tú también
eres un hombre destinado a morir. Pero ¿eso te convierte
en pura basura? ¿Por qué me has llamado basura?”
Chuangzi dice y repite: 
“Siéntate al pie del árbol y domina el arte del no hacer. Vaga libre y tranquilamente bajo él por el mundo de los sueños. Olvídate del hacha, nada puede dañarlo porque para nada sirve. ¿Dónde está el problema?”
Parecería que Chuangzi o Chuang Tse está escribiendo una “oda a la vagancia”, a la “descansada vida” que celebraría Fray Luis de León tantos siglos más tarde.
A juicio de Irving Yucheng Lo “El mensaje de libertad e inconformismo de Chuang Tse libera la mente china y proporciona un saludable antídoto contra la ética y los valores sociales de los
seguidores de Confucio (…)  Chuang Tse se inspiraba en un vasto tesoro de mitos, leyendas c historia sin registrar de la antigua China,
y también en un conocimiento enciclopédico de lo que
podría considerarse la ‘historia natural innatural’ para
tejer, en forma de parábolas y debates anecdóticos, la visión
de un escéptico y místico, en un mundo lleno de constantes
y peligrosas elecciones morales”.
Confucio "encarna el orden" y Chuangzi "la fantasía", cuando no la anarquía. Por eso las palabras contra Confucio, el gran maestro de maestros chino, son duras, abundantes, reiterativas y repercuten a través de los siglos con la rara virtud de la clarividencia:
“¡Oh, deja, deja de atraer a la gente con el poder de tu virtud! Señalar el Camino en el polvo es peligroso, tan peligroso como dirigir a la gente. ¡La luz es falsa! Mi forma de actuar no atrae daño alguno. Mis senderos son sinuosos, pero no lastiman mis pies. El árbol de la montaña es su propio enemigo, su madera aviva su propio fuego. El árbol de la canela al ser comestible es derribado.
El árbol de la laca al ser rentable es mutilado. Todo el mundo
sabe lo útil que es ser útil; pero nadie parece saber lo
útil que es ser inútil”.
            
pcs, jueves, 31 de agosto de 2017
  

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