martes, 23 de octubre de 2018

EL POEMA DE GILGAMESH


Pedro Conde Sturla
25 de marzo de 2007

La literatura y el arte, la historia, la filosofía y la religión se confunden en la noche de los tiempos y muy frecuentemente no es posible separar una de otras, como en el famoso Poema de Gilgamesh.
El rey Gilgamesh, un personaje histórico, gobernó en Uruk, Mesopotamia -cuna de la civilización-, alrededor de 2500 años aC. En algún lugar de esa tierra se estableció el paraíso terrenal y hoy día es parte del territorio que ocupa Irak.
El poema se escribió muchos siglos después, tomando como base las tradiciones orales de antiguas leyendas de los sumerios (un pueblo y una lengua de orígenes desconocidos) y está considerado como la más antigua narración escrita de la historia. Ahí comenzó todo, dijo Borges.
Como en toda epopeya, la figura de Gilgamesh aparece transfigurada, idealizada, convertida en mito.
Para algunos, el poema contiene la más antigua reflexión filosófica sobre la condición humana y reviste una doble importancia:
“Por un lado, inicia la literatura conocida de la humanidad: las tablillas conservadas son los fragmentos de escritura, escritura cuneiforme, más antiguos del mundo -de momento-. Por otro, es una profunda y sabia, antigua y actual, reflexión sobre qué son y como tienen que vivir los humanos.”
En alguno de los pasajes anticipa, al decir de un agudo comentarista, el carpe diem de Horacio, una frase latina que literalmente significa cosecha, disfruta o realiza el día.

Cuando los dioses crearon a los humanos
destinaron la muerte para ellos,
guardando la vida para sí mismos.
Tú, Gilgamesh, llénate el vientre,
goza de día y de noche.
Celebra cada día una alegre fiesta,
danza y juega día y noche.
Ponte vestidos flamantes
lava tu cabeza y báñate.
Atiende el niño que te toma de la mano y alégrate
Deléitate abrazando a tu esposa.
Pues éste es el destino del hombre

El poema inicia con un prólogo exultante que proclama “las hazañas de Gilgamesh... el hombre al que todas las cosas le eran conocidas... era sabio... conocía cosas secretas, nos trajo una historia de antes de la inundación. Partió en un largo viaje, estaba abatido, cansado de trabajar; al regresar descansó y grabó en una piedra todo el relato.”
Como era en parte humano y en parte divino, Gilgamesh era arrogante y los dioses crearon al guerrero Enkidú, que lo igualaba en fortaleza física, con el propósito de bajarle los humos.
Enkidu y Gilgamesh entablaron combate y luego se hicieron amigos, casi hermanos y marcharon juntos en una aventura para darle muerte al maligno Humbaba.
Durante el viaje de regreso, la diosa Ishtar se prendó de la belleza del héroe y le pidió matrimonio, a lo que Gilgamesh se negó. Entonces, la diosa pidió en venganza a su padre Anu que creara el Toro del cielo para que destruyese la tierra. Pero Enkidú y Gilgamesh lo mataron. Los dioses castigaron entonces la osadía provocando la muerte de Enkidú. Desolado, Gilgamesh emprendió un viaje para entrevistarse con Utnapishtim, el antecesor de todos los humanos y le pregunta por qué todos tienen que morir. Utnapishstim le respondió que la muerte era igual a un sueño que a todos sobreviene algún día y no hay razón para temerla.
Por último, en el camino de regreso y no sin haber escuchado el relato del diluvio de boca de Utnapishstim, que era el único sobreviviente, Gilgamesh, encuentra una planta que tiene el poder de devolver la juventud. Pero un día una serpiente aprovecha una distracción del héroe y se come la planta. Por esa razón las serpientes cambian la piel y se mantienen jóvenes, mientras que los humanos envejecen y mueren.
Utnapishtim vivía en la ciuad de Shurrupak, donde servía al dios Ea. A causa de los interminables conflictos entre los hombres, el ruido no permitía dormir a los dioses y estos decidieron desatar las aguas sobre el mundo para que todos perecieran ahogados, pero Ea le avisó en el sueño a Utnapishtim del cataclismo que se acercaba y le dijo que construyera una nave y que metiera en ella una pareja de cada especie. Durante siete noches hubo una gran tempestad y el mundo se cubrió de agua. La nave tocó tierra en la cima del monte Nisir. Para verificar la extensión del diluvio, Utnapishtim soltó una paloma, luego una golondrina y luego un cuervo. Este último no regresó. Utnapishtim supuso entonces que había encontrado dónde posarse y que las aguas estaban bajando. En agradecimiento, encendió una hoguera e hizo sacrificios a los dioses. Enlil, el dios que había provocado el diluvio, se encolerizó al oler el humo, pero el dulce Ea intercedió por Utnapishtim y Enlil lo convirtió a él y su esposa en inmortales. Ambos son los antecesores de la humanidad…
De esta y otras leyendas, los escribas de la Biblia se surtirían en los siglos posteriores con la cuchara grande.

Fonte: http://es.wikipedia.or
MOSTERÍN. Historia de la Filosofía. Madrid: Alianza, 1983;
Poema de Gilgamesh estudio y traducción de F. LARA, Madrid, Tecnos, 1988
World Literature, Mythology, Gilgamesh mitos y leyendas: El diluvio
pcs, domingo, 25 de marzo de 2007


sábado, 20 de octubre de 2018

LA BIBLIA Y OTROS ENGENDROS

(A propósito de la enseñanza obligatoria de la Biblia en las escuelas)

Casi la mitad de los siete mil millones de bípedos parlantes del planeta creen en la fábula o en una de las variantes de la fábula, de la mitología que elaboraron los judíos a partir de las mitologias egipcias, mesopotámicas, griegas... Eso que se llama Biblia. 

El hecho es que “Casi todas las culturas han desarrollado su mito de creación propio, y la historia del Génesis es simplemente la que fue adoptada por una tribu particular de pastores del Medio Oriente”. 
(Richard Dawkins).

El cristianismo -afirma Wolfgang Beutin- se inició con un robo grave, cardinal: ¿Porque cómo pasó el Antiguo Testamento a manos de los cristianos? La verdad es que lo fue arrebatado a los judíos y "se utilizó como arma arrojadiza contra ellos: un proceder increíblemente mendaz denominado interpretatio Christiana; un suceso singular y sin igual en toda la historia de la religión y casi el único rasco original de la historia  cristiana de fe".  
Pero la obra literaria, el Antiguo Testamento, transmite una idea de Dios, cuya esencia bárbara no tiene igual. "¡Y este Dios, arrogante y poseído de absolutidad como ningún otro engendro en la historia de la religión antes, y de una crueldad no superable con posterioridad, se halla detrás de toda la historia del cristianismo! (...) Un  dios que con nada disfruta tanto como con la venganza y la ruindad. Un dios que arde en delirios homicidas".
(Karlheinz Deschner:La Historia criminal del cristianismo)

El Dios del Antiguo Testamento es, sin duda el personaje más desagradable en toda ficción: celoso y orgulloso de ello, un mezquino, injusto, un controlador implacable, un vengativo limpiador étnico sediento de sangre, un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista, matón caprichosamente malévolo. 
(Richard Hawkins).

La Biblia enseña a “Abrasar en nombre del Señor, incendiar en nombre del Señor, asesinar y entregar al diablo, siempre en nombre del Señor.”  
(Georg Christoph Lichtenberg ).

Enseñar a un niño o una niña, a una criatura inocente. a creer en el diablo y el infierno es una crueldad y un abuso.

(Richard Dawkins).

Siete al anochecer (7)

https://acento.com.do/2018/opinion/8616740-siete-al-anochecer-7/



Horacio Vásquez.
El querido Jefe fue uno de esos hombres que se hizo a sí mismo.Trabajó desde la más temprana juventud como telegrafista, trabajó en un ingenio azucarero, trabajó de guardia campestre, ingresó a la academia militar fundada por los gringos durante la ocupación que tanto bien nos hizo y se graduó con honores con el rango de segundo teniente. Diez años después de su entrada triunfal a la academia lo ascendieron a general de brigada y jefe del ejército en el gobierno de Horacio Vásquez. Toda una hazaña. Todo un general y un caballero, un general y un humanista.
Gracias a él pudo cumplir el presidente Vásquez su período en el poder, algo excepcional en la historia del país. Gracias a él se salvó luego la República de la dictadura que intentó implantar el mismo Vásquez con sus veleidades continuistas, gracias a él se preservó la continuidad democrática mediante elecciones libres, ejemplarmente libres. Eso no lo recuerdan ni lo quieren recordar los detractores del ilustre Jefe. Nadie sabe ahora o recuerda o parece haberse enterado de que la popularidad del Jefe era tan abrumadora que la oposición se retiró de la contienda y que el Jefe ganó las elecciones con una inmensa mayoría de votos.
La más bella revolución de America llamó el poeta Tomás Hernández Franco al movimiento cívico y militar que impidió al presidente Vásquez entronizarse en el poder e hizo posible la llegada providencial del querido Jefe a la primera magistratura del estado, un designio, sí, providencial…
Se iniciaba una época de estabilidad y desarrollo como nunca había conocido el país.
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La bestia había salido, como de costumbre, a pasear por el Malecón en compañía de sus fieles. Esa noche lo acompañaban, de acuerdo a informes dignos de crédito, Miguel Ángel Báez Díaz, Arturo Espaillat, Rafael Paíno Pichardo, Jhonny Abbes García, Luis Rafael Trujilllo (Nene), Augusto Peignand Cestero, el general José René Román Fernández (Pupo), jefe de las Fuerzas Armadas, y su edecán militar, el coronel Marcos Jorge Moreno. Al grupo se sumaría después Virgilio Álvarez Pina (alias Cucho). Un selecto grupo de sus mejores hombres, entre los que no faltaban matarifes, torturadores, aduladores, sicofantes…
Quizás no lo sabía (o quizás así lo quería), pero todos en su compañía se sentían cohibidos, temerosos, inseguros. Sus cambios de humor y sus rabietas eran cada vez más frecuentes y su desconfianza en esa época se acercaba al límite de la paranoia. Sospechaba sin duda que algunos de sus fieles más fieles, incluso algunos de los que lo acompañaban, comenzaban a ser infieles. Y lo peor, para la bestia, es que no estaba equivocada. Sus sospechas no eran infundadas. Junto a la bestia caminaban esa noche por lo menos dos conspiradores. La negra bestia de la muerte caminaba junto a la bestia esa noche y la bestia no lo sabía.
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La más bella revolución de América
(primera parte)
Horacio Vásquez había sido elegido presidente en 1924 (al cabo de un paréntesis de ocho años de ominosa ocupación militar yanqui), y cuando estaba a punto de agotar su período de cuatro años se inventó -o hizo que sus más fieles servidores se inventaran en base a un mamotreto jurídico- una prórroga que le permitió extender dos años su mandato. Cuando la extensión se estaba acabando se inventó o hizo que sus más fieles servidores y aduladores se inventaran o más bien desempolvaran el expediente de la reelección o el reeleccionismo. Nada nuevo bajo el sol.
Los afanes continuistas y reeleccionistas de Horacio Vásquez, aparte de su miopía o ceguera en relación a las turbias maquinaciones de Trujillo, le abrieron a éste último las puertas del poder político, el poder absoluto, o por lo menos le dieron el pretexto para tomarlo por asalto.
Mientras los más fieles servidores y aduladores del presidente vociferaban y escribían “Horacio o que entre el mar”, algunos colaboradores y funcionarios del gobierno, incluyendo al vicepresidente Federico Velázquez, renunciaron y pasaron abiertamente a la oposición o se negaron simplemente a secundar las ambiciones del anciano y gastado y quizás decrépito caudillo.
Rafael Estrella Ureña, que había formado parte del gobierno como Secretario de Estado, se puso al frente de un movimiento cívico militar que surgió en Santiago y que era al mismo tiempo el instrumento de una conspiración de la que formaba parte -o más bien dirigía- el brigadier Trujillo.
En la atmósfera de incertidumbre que se creó en esos días aciagos, no resultaba fácil distinguir quién trabajaba a favor o en contra de quién. Trujillo -pensaba Estrella Ureña-, sería su catapulta al poder y lo mismo pensaba Trujillo de Estrella Ureña.
Una cosa piensa el burro -dice el refrán- y otra quien lo va montando. Pero Trujillo no era el burro.
Muchos se dieron cuenta, lo vieron venir, lo intuyeron, presintieron lo que iba a suceder, pero otros, precisamente las partes más interesadas, permanecieron ciegas hasta que fue demasiado tarde.
Cuando Vásquez, casi al final de la extensión de su mandato, se vio obligado a ausentarse del país por razones de salud, el vicepresidente Alfonseca, José Dolores Alfonseca (el sucesor de Federico Velázquez), lo sustituyó interinamente en el cargo y al cabo de pocas horas recibió la visita de quien era en ese momento uno de los más prestigiosos e influyentes dirigentes políticos del Cibao, un partidario suyo y un amigo de confianza: Virgilio Martínez Reyna.
A Martínez Reyna no le fue difícil convencer a Alfonseca de aprovechar la ausencia de Horacio Vásquez para librarse o tratar de librarse de Trujillo, pero la loable tentativa provocó un duro enfrentamiento en el que poco faltó para que la sangre llegara al río. La legación norteamericana intervino como mediadora y Trujillo se salió con la suya, como tenía que salir con semejante mediación.
Trujillo permaneció en su redil, en la fortaleza Ozama, y Martinez Reyna volvió al Cibao (afectado ya de una seria enfermedad pulmonar), sin saber que había firmado (o anticipado) su sentencia de muerte. Trujillo no le perdonó ni le perdonaría la iniciativa, el haber tratado de hacerlo saltar de su cargo, y se la hizo pagar cara. A él y a su esposa embarazada: Altagracia Almánzar.
Durante su convalecencia en el hospital Horacio Vásquez recibía reiterados informes sobre la deslealtad de Trujillo, su protegido y niño lindo, pero nunca les concedió mayor crédito ni mayor importancia.
Cuando regresó al país al cabo de casi dos meses de ausencia y con un riñón de menos, recibió la visita de Cucho Álvarez Pina, un pariente de Trujillo que con el andar del tiempo sería uno de sus grandes colaboradores. Pero en ese momento Álvarez Pina no era trujillista y había ido a informarle a Vásquez que Trujillo lo había traicionado y estaba complotando contra él. Horacio Vásquez no quiso darse por enterado, le concedió a la noticia apenas el crédito de la duda y fue a la fortaleza a entrevistarse con Trujillo, a escuchar de su boca si era verdad o mentira que lo estaba traicionando. Trujillo sólo permitió la entrada a Horacio y dos acompañantes. Aun así, Horacio salió del recinto convencido de la lealtad de su protegido y de que las informaciones recibidas no eran más que chismes de patio, intriga de políticos y politicastros.
Muy confiado y seguro al parecer se sentía de las manifestaciones de lealtad recibidas por parte del hombre a quien había ascendido a general de brigada y jefe del ejército. Trujillo se había cuadrado en su presencia, lo había reconocido como su presidente, había quedado formalmente a la espera de sus órdenes y Horacio ordenó.
Fue tan incauto, ingenuo, desmaliciado o bruto que le ordenó a Trujillo -precisamente al brigadier Trujillo- que enviara tropas a detener la caravana de insurrectos del movimiento cívico militar que encabezaba su cómplice Estrella Ureña. La caravana de insurrectos que avanzaba amenazadora desde hacía varios días sobre la capital.
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Bibliografía
Robert D. Crassweller, Trujillo: the life and times of a caribbean dictator.

viernes, 19 de octubre de 2018

SIETE AL ANOCHECER (7)

Pedro Conde Sturla
18 de octubre 2118

El querido Jefe fue uno de esos hombres que se hizo a sí mismo.Trabajó desde la más temprana juventud como telegrafista, trabajó en un ingenio azucarero, trabajó de guardia campestre, ingresó a la academia militar fundada por los gringos durante la ocupación que tanto bien nos hizo y se graduó con honores con el rango de segundo teniente. Diez años después de su entrada triunfal a la academia lo ascendieron a general de brigada y jefe del ejército en el gobierno de Horacio Vásquez. Toda una hazaña. Todo un general y un caballero, un general y un humanista. 

jueves, 18 de octubre de 2018

La utopía de Moro (1-4)

Pedro Conde Sturla
8 de junio/6 de julio 2015

El compañero Moro se inventó una isla que llamó Utopía (lugar que no existe o lugar bueno), una isla de lo más moderna, modernísima, en forma de “luna creciente”, creada en parte por órdenes superiores del rey Utopo que “hizo cortar un istmo de quince millas” que la unía al continente y “logró que el mar la rodease totalmente”. En su parte más ancha se extiende por “doscientas millas”, tiene un puerto maravilloso “a manera de un lago apacible” que ofrece a las embarcaciones “un refugio muy bien acomodado” y protegido en grado extremo por “bancos de arena” y “escollos disimulados” que “ponen espanto al que pretendiera entrar como enemigo”. Además, “Casi en el centro de este espacio existe una gran roca, en cuya parte superior han construido un fortín, y en el que existe un presidio.” La capital está en medio de la isla, equidistante de las “cincuenta y cuatro grandes y magníficas ciudades. Todas ellas tienen la misma lengua, idénticas costumbres, instituciones y leyes. Todas están construidas sobre un mismo plano, y todas tienen un mismo aspecto, salvo las particularidades del terreno. La distancia que separa a las ciudades vecinas es de veinticuatro millas. Ninguna, sin embargo, está tan lejana que no se pueda llegar a ella desde otra ciudad en un día de camino”.
El compañero Moro, Sir Tomás Moro (1478-1535), inventó una isla que llamó Utopía en la que reina un régimen socialista o más bien maoísta, a juzgar por la vestimenta, pero con elecciones libres. Se adelantó de esta manera varios siglos al compañero Marx. (La invención de Moro y “La invención de Morel” son geniales).
Isla Utopía

sábado, 13 de octubre de 2018

Siete al anochecer (6)

13 octubre, 2018

Donato y Cipriano Bencosme. 
18 de febrero 1957
Donato Bencosme había heredado de su padre la figura de recio galán, el carácter rebelde, insumiso, la pasión por las mujeres y unos ojos azules que lo hacían, según se decía, irresistible.
Fortuna, buenos modales, galanura y otras muchas cualidades garantizaban su éxito con las mujeres, aparte del envidiable arte o artificio para convivir con varias en extraña armonía. De hecho, llegó a tener relaciones con seis al mismo tiempo y tuvo en total treinta y dos hijos, cinco más que los que se le conocían a su progenitor.
Por lo demás, había reconstruido y tal vez acrecentado el patrimonio familiar y vivía como un potentado, como lo que era, un hombre rico, laborioso, culto y refinado que había estudiado en Europa y conocía varios idiomas, un hombre de mundo que se daba todos los lujos y se complacía en hacer ostentación de ellos.
En especial tenía debilidad por los automóviles y era el feliz propietario de una flamante colección, una flotilla, ocho en total, y cada uno con su garage designado, aparte de habitación privada con baño para cada chofer.
Donato Bencosme no medraba, pues, a la sombra del padre, se había construido su propia leyenda, pero la sombra del padre gravitaba ominosamente sobre su cabeza, era un hombre marcado por el odio de la bestia para morir de mala muerte.
A ello contribuía una actitud desafiante o quizás fatalista, la de quién sabía que no iba a poder evadir para siempre las trampas del destino y respondía a las amenazas patentes y latentes con extrema dignidad.
El esplendor y boato en que vivía constituía sin duda una afrenta para sus enemigos políticos y un motivo de rencilla para todos los envidiosos. Pero no hubo contra él durante mucho tiempo una hostilidad manifiesta.
Donato había servido a la bestia en el cargo de gobernador en un par de ocasiones, había sido presidente del Partido Dominicano, el partido único, el de la bestia, y en alguna de sus propiedades había un letrero que ensalzaba la obra de gobierno, la de la misma bestia. También se cuenta el cuento de que en una ocasión denunció un complot para eliminarla.
Nada, pues, enturbiaba la fidelidad o aparente fidelidad de Bencosme a Trujillo. El mismo Bencosme quizás pensaba que se había producido una reconciliación desde el momento en que la bestia le había permitido rehacer la fortuna familiar y hacerse cargo de sus hermanos y hermanas. Pensaba quizás ingenuamente que le habían otorgado el perdón por la rebeldía del padre y del hermano. Pensó que podía disimular, seguir disimulando, hacerse el muertito, guardar las apariencias, pensaría quizás que su propia fortuna demostraba que gozaba del favor de la bestia o que un hombre de su posición social era intocable.
De hecho, logró mantener su estatus durante más de dos décadas, hasta los años finales de la tiranía, hasta que la paranoia de la bestia se desató de forma incontrolable.
Las relaciones de la bestia con sus enemigos tenían muchas veces un carácter cíclico en el que se alternaban los castigos y los premios. De la cárcel se podía pasar a un cargo público y del cargo al cementerio. Algo rutinario.
Donato no había sufrido ningún castigo y la bestia lo había premiado o premiaría con honrosos nombramientos que no podían ser rechazados, pero la suerte se le estaba agotando.
En el momento quizás menos pensado, Donato Bencosme fue objeto de un Foro público en el que se lo acusaba de que tenía en su poder las armas que nunca llegaron a manos de su padre y que se aprestaba para tumbar al gobierno en cualquier momento.
El Foro público, la gloriosa creación de Panchito Pratz Ramirez, era una columna diaria de difamación e injuria que se publicaba en El Caribe y generalmente anunciaba quién estaba o iba a caer en desgracia con el régimen.
Donato Bencosme protestó públicamente contra la acusación y en medio del revuelo que se armó o quizás al final del mismo fue inconsultamente nombrado gobernador de la Provincia Espaillat.
El juego del gato y el ratón había empezado.
Siendo gobernador empezó a tener una racha de tropiezos, una serie de desencuentros con prominentes figuras del régimen, empezando por el llamado Pipí Trujillo, a quien acusó de malandrín y cuatrero, lo que en efecto era, y se lo ganó de enemigo. Más adelante se enemistó con el general Pupo Román, que era jefe del ejército, a causa de un accidente de tránsito, y luego se granjeó el odio del tenebroso Coronel Ludovino Fernández, a quien echó de su casa por haberse presentado en compañía de una querida. Para peor, se dice que en alguna ocasión encolerizó a la misma bestia por un asunto en relación con una candidata a reina de belleza.
Aparte de esas minucias, su familia estaba fichada, etiquetada como enemiga del gobierno. Se decía que Donato financiaba los proyectos subversivos de Toribio y Ramón Camilo Bencosme en el exterior, que juraba entre sus íntimos que algún día tomaría venganza por la muerte de su padre y de su hermano.
De la noche a la mañana precipitaron los acontecimientos y empezaron a acosarlo, a perseguirlo, lo botaron del cargo, lo volvieron a poner, lo acusaron de atentar contra el orden y la paz, lo condenaron a prisión, lo multaron, le concedieron una precaria libertad. Pero ya era hombre muerto. Definitivamente muerto.
Andaba siempre con Rafael Camacho, su chofer, su guardaespaldas, su más leal y fiero servidor. Y un día, por fin, un fatídico día los detuvieron en Piedra Blanca, los trasladaron al palacio de la policía de Santiago. Allí los esperaban Pipí Trujillo, Ludovino y otros matarifes, los ofendieron seguramente de palabra y maltrataron, le clavaron un punzón a Rafael Camacho en el pescuezo, le cayeron a palos a Donato Bencosme, lo masacraron, lo machacaron a palos sin el menor asomo de piedad. Después los metieron en sacos, los metieron en el baúl del Opel en que andaban cuando los capturaron en Piedra Blanca, los arrojaron a un Barranco, un precipicio en la llamada Cumbre de Puerto Plata, los apalearon y despeñaron como harían años más tarde con las tres hermanas Mirabal y su chofer Rufino de La Cruz.
Era el 18 de febrero de 1957 y Donato Bencosme tenía cuarenta y nueve años de edad.
“Fue una muerte muy anunciada -dice su hijo Cipriano-. Los que nos acompañaron fueron los pobres y mendigos. Nosotros fuimos repudiados por Moca entera”.
Las noticias del trágico accidente, “debido a la rotura de la varilla del guía”, repercutieron en los escasos medios de prensa y provocó una soterrada conmoción.
Todos sabían quién era el autor “intelectual” del accidente. Sólo el poeta Joaquín Balaguer no pareció enterarse nunca: “¿Quién le dio muerte a Donato?/ ¿Es verdad que conspiraba?/ ¿O algún amante celoso le tendió vil emboscada?”.
1959
A la familia Bencosme le faltaba pagar todavía un nuevo y pesado tributo de sangre y lo pagó dos años después con las vidas de Ramón Camilo Bencosme y el doctor Toribio Bencosme en el amargo episodio de la repatriación armada del 14 de junio de 1959.
Alguien dice que murieron en combate y otros dicen que fueron como la mayoría capturados, puntualmente torturados, sometidos a una secuela de horrores inenarrables.
Bibliografía:
Angela Peña, Donato Bencosme, La muerte anunciada de un coloso que recuperó la herencia que parecía perdida, http://hoy.com.do/donato-bencosme-la-muerte-anunciada-de-un-coloso-que-recupero-la-herencia-que-parecia-perdida-2/
José Abigail Cruz Infante, 50 años de la muerte de Donato Bencosme, https://listindiario.com/puntos-de-vista/2007/2/17/3557/50-anos-de-la-muerte-de-Donato-Bencosme
TANIA MOLINA, Vivió como un sultán y murió con honor, https://www.diariolibre.com/noticias/vivi-como-un-sultn-y-muri-con-honor-DLdl126746


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sábado, 6 de octubre de 2018

Siete al anochecer (5)

https://acento.com.do/2018/opinion/8612286-siete-al-anochecer-5/
6 octubre, 2018


Porfirio Rubirosa llega a la oficina del Fiscal del Distrito de Nueva York. Fuente externa

19 de noviembre1930
(segunda parte)
Bencosme le tenía ojeriza a Trujillo por la deslealtad que había mostrado a Horacio Vásquez, quien había sido su benefactor, por no haberlo apoyado en su proyecto de perpetuarse en la presidencia y por traidor, por haberlo, en una palabra, reemplazado y porque ahora comenzaba a perfilarse como el monarca sin corona que sería durante más de treinta años y por los métodos brutales que estrenaba en el ejercicio del poder, incluso antes de la toma de posesión y durante la campaña electoral.
La época de las revoluciones, o mejor dicho, de los levantamientos de la montonera, ya había perdido su base de sustentación desde que los invasores comenzaron a desarmar a la población civil y a crear un ejército que suplantaría al de los tiempos de Mon Cáceres. El que se forjó en parte -como dice Rufino Martínez- bajo el mando de Alfredo Victoria “a base de rigurosa disciplina, el cuerpo militar más acabado que tuvo la República, el último ejército netamente dominicano”.
Ahora había un ejército más moderno con hombres mal pagados, como de costumbre, bien armados y entrenados, uniformados y fanatizados, pero al servicio de intereses foráneos (“…se desvanecía con ello -dice Rufino Martínez- el espíritu del honor militar…”).
La mayoría de los revolucionarios de profesión estaban sin empleo o estaban muertos o jubilados, y con los pocos que quedaban no era posible organizar un movimiento armado que pudiera dar directamente el frente a la guardia nueva que ahora custodiaba los intereses de la nación norteamericana.
Quizás por eso Bencosme cogió el monte, el monte que de seguro conocía al dedillo, se alzó el 26 de junio en las lomas de El Mogote, cerca de Moca, casi dos meses antes de que la bestia tomara posesión, se levantó en armas por última vez en su propio territorio con un puñado de seguidores (entre los cuales había no pocos peones de su finca), tratando de crear un foco guerrillero que no llegó a prender.
En compañía de Bencosme se alzaron hombres de gran carisma y relieve militar como el temerario Domingo Peguero, un coronel tan horacista y decidido como él, alguien que se había ganado el rango y un enorme prestigio a sangre y fuego en la sangrienta revolución de los quiquises, pero el movimiento no pudo aglutinar a las menguadas huestes horacistas y fue perdiendo fuerza, la poca que tenía, ante el acoso de las tropas del gobierno.
En torno al levantamiento de Bencosme se han hecho numerosas conjeturas y edificado montones de fábulas. Que Trujillo conocía las intenciones de Bencosme y fue dos veces a visitarlo para hacerlo cambiar de opinión, que envío a Estrella Ureña varias veces con el mismo fallido propósito, que Bencosme contaba en principio con un total de quinientos hombres, que organizó la sublevación confiando en la promesa de un envío de armas que nunca se materializó, que Trujillo se vio precisado a pedir unos aviones prestados al dictador Machado de Cuba para sofocar a los insurrectos.
Lo poco que se saca en claro es que el movimiento guerrillero no prosperó en ningún sentido y que al final Bencosme se vió acorralado, aislado, casi solo y luego se vio obligado a buscar refugio en una finca de Jamao, Puerto Plata, la finca de un tal Luis D’Orville, que supuestamente lo delató.También es posible que haya sido delatado por sus compañeros de armas, los pocos que le quedaban, los que habían caído presos y hablado bajo tortura.
Se sabe que lo perseguían con la rabia de perros rabiosos. Se sabe que el 19 de noviembre de 1930 reposaba en una hamaca, se dice que sacó la cabeza al escuchar un ruido, que le dieron un balazo en la cabeza o en un ojo, que lo enterraron y desenterraron, que lo llevaron de Puerto Plata a Moca en parihuela para avergonzar su cadáver, que lo expusieron al público como un trofeo de caza. Todo un poco quizás a la manera de lo que hicieron con los restos de aquel héroe troyano, aquel famoso Héctor de La ilíada, el domador de caballos.
“…como si hubiera sido un malhechor, -dice Rufino Martínez-, su cadáver, casi profanado, tuvo una mala sepultura. Todo Moca, donde era apreciado por la mayoría de los moradores y estaba emparentado con buen número de ellos, rumió su dolor, inmersa en el silencio más angustioso”.
La propiedades de Bencosme fueron saqueadas, devastadas, la familia cayó en la ruina, descendió bruscamente del bienestar a la pobreza, fue reducida a la miserable condición de paria.
Así le escribía, de rodillas, el día 14 de octubre de 1930, la suplicante Ana Bencosme a la bestia:
“Nos está vedado todo. Los intereses de mi padre están en poder del comandante de Moca, el teniente Pérez. El café lo cogen y lo venden verde en la casa “Rojas”, de Las Lagunas de Moca; no podemos contar con nada; animales…gallinas, caballos, mulos… víveres… Por eso vengo a arrodillarme ante Usted…”.
• • •
28 de abril 1935
Las tribulaciones de la familia Bencosme no terminarían con la muerte de Cipriano y la devastación de sus propiedades, sólo estaban empezando. El segundo en la lista de difuntos sería Sergio y luego Donato, el menor y más conocido de sus hijos, a los que se sumarían Alejandro y Boíl. Cuatro de los ventisiete que tuvo.
Sergio Bencosme, aquel que Horacio Vásquez nombró Secretario de Defensa en su vano intento de parar el golpe de Trujillo, se había asilado en Estados Unidos, junto a otros cientos de dominicanos, y se supone que lo mataron por error.
El asesino, un conocido sicario llamado Luis de La Fuente Rubirosa, alias Chichí, intentaba matar, silenciar para siempre a Ángel Morales, un archienemigo del régimen, y al parecer se confundió, confundió al joven Sergio con Ángel Morales, y lo ultimó a balazos, según dicen, en su propio apartamento de Nueva York. Probablemente no hubo tal confusión y Ángel Morales se salvó simplemente porque no estaba en el apartamento que compartía con su amigo cuando el verdugo llegó a cumplir lo que parecía ser una doble encomienda.
En las oscuras circunstancias del hecho, el asesino logró escapar a Santo Domingo, donde la bestia lo recibiría, si acaso lo recibió, con todos los honores que el miserable merecía.
El tal Chichí era sobrino de un oscuro personaje que había tenido a su cargo la coordinación de las labores de inteligencia para ubicar a Ángel Morales, y que ya se había manchado y se mancharía las manos y el alma de sangre al servicio de la bestia. Era Porfirio Rubirosa, una especie de crápula que más tarde brillaría con luz propia en el firmamento de las grandes estrellas del jet set, un play boy, un vividor, un parásito glorificado.
Otro personaje que intervino en la planificación del crimen fue el abominable Félix W. Bernardino, el cónsul dominicano en Nueva York, uno de los planificadores del rapto y desaparición de Mauricio Báez en Cuba, un señor de horca y cuchilla en sus tierras de este, un sicópata bilioso, siempre sediento de sangre, que moriría de viejo pacíficamente en su cama.
Mientras tanto, al joven Sergio Bencosme le cupo el triste honor de ser el primer enemigo de Trujillo asesinado en el extranjero. El primero de una larga serie que sería alcanzado en el exterior por el brazo largo de la bestia.
Bibliografía
Cipriano Becosme Comprés, https://www.ecured.cu/Cipriano_Bencosme_Compr%C3%A9s
Cipriano Bencosme, http://mocanos.typepad.com/my_weblog/2008/11/cipriano-bencosme.html
El general Cipriano Bencosme entra en la corriente…, https://www.diariolibre.com/opinion/lecturas/el-general-cipriano-bencosme-entra-en-la-corriente-JODL350229
Federico D. Marco Didiez, “Los primeros crímenes de Trujillo”,
http://unojotacuatro.blogspot.com/2011/11/los-primeros-crimenes-de-trujillo.html
Jorge Zorrilla Ozuna, “Cipriano Bencosme”, http://hoy.com.do/cipriano-bencosme-2/
Rufino Martínez, “Diccionario biográfico-histórico dominicano, 1821-1930”.