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sábado, 10 de agosto de 2019

Elogio de los juguetes bélicos

Elogio de los juguetes bélicos - Acento - El más ágil y moderno diario electrónico de la República Dominicana

https://acento.com.do/2019/opinion/8715418-elogio-de-los-juguetes-belicos/

Pedro Conde Sturla
9 agosto, 2019
Umberto Eco era al parecer partidario de los juguetes bélicos. Lo dijo claramente, si acaso no entendí mal, en una “Carta a mi hijo” que forma parte de un libro titulado “Segundo diario mínimo”
A su hijo le regalaba en Navidad, según sus propias palabras, todo tipo de fusiles. Fusiles “De dos cañones. De repetición.
Metralletas. Cañones. Morteros. Sables. Ejércitos de soldaditos en formación de guerra. Castillos con puentes levadizos. Fortines que asediar. Empalizadas, polvorines, acorazados, reactores.
Ametralladoras, puñales, pistolas de tambor. Colts, Winchesters, rifles, Noventa y uno, Garlands, obuses, culebrinas, pasavolantes, arcos, ondas, ballestas, balas de plomo, catapultas, faláricas, granadas, mespadas, bicheros, arpones, alabardas y garfios de abordaje… Armas, en fin -dice Umberto Eco a su hijo-muchas armas, sólo armas. Esto te traerán tus Navidades”.
Umberto Eco confiesa, sin ningún asomo de pudor, que tuvo una infancia violenta, casi exclusivamente bélica:
“…disparaba entre los arbustos con cerbatanas hechas en el último momento, me acurrucaba detrás de los pocos coches aparcados, abriendo fuego con mi fusil de repetición, guiaba asaltos de arma blanca, me perdía en batallas sangrientísimas. En casa, soldaditos. Ejércitos enteros, ocupados en estrategias enervantes, operaciones que duraban semanas, ciclos larguísimos en los que movilizaba incluso los vestigios del oso de peluche y las muñecas”.
El hombre que surgió de esa brutal carnicería resultó ser, sin embargo, un pacifista, que no tocó un fusil de verdad ni siquiera durante los dieciocho meses de servicio militar, un hombre que dedicó las largas horas de cuartel a estudios filosóficos, alguien que odió las armas toda la vida, las armas y el militarismo y las guerras… Todo lo anterior parecería, pues, una paradoja, un contrasentido, o quizás una excepción a la regla. Pero Umberto Eco lo explica de otra manera:
Su muy “profundo, sistemático, culto y documentado horror (…) hacia la guerra” lo atribuye Umberto Eco “a los sanos e inocentes desahogos, platónicamente sangrientos, que se (le) concedieron en la infancia, tal y como se sale de una película del Oeste (después de una pelea solemne de esas que hacen que se caigan las paredes del saloon, en la que se revientan las mesas y los grandes espejos, se dispara sobre el pianista y se hacen añicos los cristales), más limpios, buenos y relajados, dispuestos a sonreír al transeúnte que te golpea con el hombro, a prestar socorro a los gorrioncitos caídos del nido…”.
Umberto Eco piensa que una mente retorcida como la de Eichmann y otros muchos como él es el producto quizás de la represión de ciertas energías vitales juveniles, del hecho de que no desahogará lúdicamente el natural instinto agresivo que caracteriza a los llamados seres humanos. Le parecen más perniciosos ciertos juegos instructivos que los juguetes bélicos y al pensar en Eichmann, en la infancia de Eichmann, se lo imagina “Encorvado, la mirada de contable de la muerte, sobre el rompecabezas del mecano, siguiendo las instrucciones del manualito; ávido al abrir la caja variopinta del pequeño químico; sádico al disponer sobre madera prensada sus utensilios de alegre carpintero con su cepillito de un palmo de ancho y su sierra de veinte centímetros”.
“¡Temed a los jóvenes que construyen pequeñas grúas! -dice Umberto Eco- En sus frías y retorcidas mentes de pequeños matemáticos se están comprimiendo los complejos atroces que agitarán su edad madura. ¡En cualquier pequeño monstruo que acciona los cambios de vía de su ferrocarril en miniatura (ve) al futuro director de campo de exterminio! Pobres si aman las colecciones de pequeños cochecitos, que horrendamente la industria del juguete les proporciona en una imitación perfecta, con maletero que se levanta y ventanillas que se bajan-¡terrorífico, terrorífico juego para futuros sargentos de un ejército electrónico que apretarán sin pasión el botón rojo de la guerra atómica”.
Lo peor que se puede imaginar, sugiere Umberto Eco, es el juego del monopolio, un juego que permite, a su juicio, identificar desde temprana edad “A los grandes especuladores inmobiliarios, a los artistas del desahucio en pleno invierno”. El infame monopolio forma o más bien deforma la personalidad, acostumbrando a sus adictos “a la idea de la compraventa de inmuebles y de la cesión despreocupada de paquetes de acciones. Los papá Grandet de hoy en día, que han mamado el gusto de la acumulación, y de la ganancia en bolsa…”.
En este punto, y siguiendo la misma lógica de Umberto Eco, surge una duda y uno podría preguntarse si ese tipo de juego no podría tener un efecto parecido al de los juguetes bélicos y en vez de dar origen a futuros especuladores los convirtiera, por ejemplo, en socialistas utópicos o socialdemócratas por lo menos.
Al margen de esta posible contradicción, Umberto Eco arremete sin piedad contra las “muñecas americanas que hablan y cantan y se mueven solas; autómatas japoneses que saltan y bailan sin que la pila se gaste nunca; automóviles con mando a distancia cuyo mecanismo se ignorará por siempre…”.
A continuación vuelve al tema inicial y le explica a su hijo lo siguiente:
“… te regalaré fusiles. Porque un fusil no es un juego. Es el punto de partida de un juego. De ahí tendrás que inventar una situación, un conjunto de relaciones, una dialéctica de acontecimientos. Tendrás que hacer pum con la boca, y descubrirás que el juego vale por lo que le pones dentro, no por lo que encuentras ya confeccionado. Imaginarás que destruyes enemigos, y saciarás un impulso ancestral que ningún incordio de civilización conseguirá ofuscar jamás, a menos que no te convierta en un neurótico dispuesto al examen empresarial a través de Rorschach. Pero te convencerás de que destruir a los enemigos es una convención lúdica, un juego entre los ejércitos, las bombas, los reclutamientos obligatorios…”.
Lo que dice Umberto Eco es que un niño sabe o aprende en definitiva a distinguir en el juego lo que es real o ficticio y que un juguete bélico no lo convierte en criminal. Lo importante, quizás, no es negarle el juguete bélico sino educar sus sentimientos. Enseñarle a no disparar, por ejemplo, contra los indios o los vietnamitas o los mejicanos, a distinguir entre invadidos e invasores, a tomar partido a favor de la justicia.
En alguna parte leí que muy probablemente Al Capone nunca tuvo un revolver de juguete. Quizás ninguno de los tantos autores de las tantas masacres que se han producido y producen en los Estados Unidos tuvieron nunca en su manos una inocente pistola de juguete para exorcizar sus demonios, para desplazarse lúdicamente entre la realidad y fantasía, para aprender a eliminar imaginariamente a sus enemigos, exterminarlos por una vía “platónicamente” sangrienta. Algo que los preparara para que el día en que tuvieran en sus manos un arma de verdad se dieran cuenta de que no era un juguete.



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jueves, 27 de junio de 2019

PREDICACIÓN EGOCÉNTRICA O POR FAVOR MODESTIA APÁRTATE



Pedro Conde Sturla

Uno que vino y se fue, un nuevo descubridor. Vino con el ego hinchado a colonizar la literatura dominicana (colon-izar, sí) y se hizo dueño y señor. 
Con un poetómetro en una mano y un escritómetro en otra determinó quién era mejor escritor o poeta, estableció que todo lo que se escribe sobre la insurrección de abril o Trujillo es obsoleto (un poco al estilo de Miguel D. Menos), amenazó, en fin, con proyectar la literatura dominicana a otros horizontes con la fuerza de su prestigio y sus grandes éxitos en los Estados Unidos. 
Ya se rindió, se declaró vencido por la incomprensión. Ahora ejercerá su pontificio desde esa especie de meca o de La Meca que es la ciudad de Miami. Lo acompañan en sus sentimientos algunos seguidores más inflados que él. Inflado uno de ellos con resonancias bíblicas. 
Por lo que puede verse en algunas de sus notas, la modestia no es su fuerte y ni siquiera el sentido del pudor. 
Helo aquí sorprendido en pleno ejercicio de la pedantería, el ejercicio permanente de la pedantería, la megalomanía que se pone en evidencia en los comentarios que acompañan esta foto y que no puede desmentir.
Ego, ti assolvo. 

miércoles, 6 de marzo de 2019

UN BURDO ATREVIMIENTO (PARTE ATRÁS).

Pedro Conde Sturla.
16 de agosto de 2007

Muchos quizás recuerdan el episodio escandaloso de un grupo de jevitos, muchachos de burguesía díscola que fueron llevados a la cárcel por desfilar en sus flamantes vehículos de lujo por la Avenida Lincoln, mostrando el trasero y algunos retazos de longaniza. Mostraban los jevitos la desnudez del cuerpo,  festiva y natural, la desnudez de Adán y Eva, la desnudez con que  nacemos y andamos, por ejemplo, todavía en las selvas finitas, con taparrabo más o taparrabo menos. El impúdico taparrabo que no es, desde luego, más que un eufemismo, discreta licencia poética o más bien indecencia que designa lo anterior con un género posterior.

miércoles, 13 de febrero de 2019

BORGES Y EL ELOGIO DE LA SENCILLEZ

Pedro Conde Sturla
26 de febrero 209

Siempre he admirado en Borges el culto de la sencillez, el amor por la palabra limpia que encaja a la perfección en el contexto, la precisión y liviandad de la prosa, la fuerza o autoridad del decir, la erudición que abre camino al andar, sin apabullar al lector, la ingeniería verbal tan aparentemente simple y tan difícil de lograr, la escritura sin ripios ni desperdicios, escrituralmente esencial.Imagen relacionada
La literatura, en manos de Borges, es una cosa viva que se actualiza permanentemente. De los más antiguos y olvidados textos hace brotar las novedades que encierran, la modernidad del pensamiento o de la técnica que anticipan desde la noche de los tiempos. Recuérdese que, para Borges, “Toda novedad no es sino olvido”.

martes, 12 de febrero de 2019

Vance Packard: Los persuasores ocultos

Pedro Conde Sturla
9 de  febrero 2014

En el idioma del imperio, terroristas se les llama a las víctimas del terrorismo.

En el lejano año de 1957, un periodista e incisivo crítico social llamado Vance Packard (1914–1996) estremeció a la opinión pública norteamericana con un libro titulado “The Hidden Persuaders”, “Los persuasores ocultos”, que en Argentina fue traducido como “Las formas ocultas de la propaganda” y que a pesar del tiempo transcurrido y la campaña de descrédito a que ha sido sometido, tiene todavía vigencia y causa urticaria entre los estrategas del consumismo y el conformismo. Es decir, los medios de comunicación de masas y los publicistas.
“Este libro -dice Vance Packard- intenta explorar un campo nuevo, extraño y más bien exótico de la vida norteamericana. Trata de los esfuerzos que, en gran escala y a menudo con éxito impresionante, se realizan para canalizar nuestras decisiones en tanto que compradores, así como nuestros procesos mentales, mediante el uso de conocimientos extraídos de la psiquiatría y de las ciencias sociales. Los esfuerzos suelen aplicarse en un plano que escapa a nuestra conciencia, de modo tal que las incitaciones son frecuentemente y en cierto sentido ‘ocultas’, con lo que resulta que a muchos de nosotros se nos influye y se nos manipula en mayor medida de lo que nos damos cuenta, en lo que se refiere a las pautas de nuestra vida diaria.
Algunas manipulaciones ensayadas son sencillamente divertidas; otras, turbadoras, en especial si se las considera como anticipadoras de lo que se nos depara en escala más intensa y efectiva, pues equipos de hombres de ciencia han  
suministrado ya instrumentos pavorosos.”
(La manipulación por vía sexual es una de las técnicas más burdas y socorridas del reclamo publicitario. Nótese que en el metamensaje del anuncio de Burger King se alude desde la gráfica y desde el texto a la fellatio o felación).
Packard denuncia a un grupo de especialistas en comportamiento humano (sociólogos, analistas de tono de voz, segmentadores psicográficos psicolingüistas, neurofisiólogos, comunicadores subliminales, psicobiólogos, hipnotécnicos, acondicionadores operantes, especialistas psicométricos, especialistas en comprensión de mensajes) entre los que sentaron la base del “análisis motivacional del consumidor” y otras técnicas más sofisticadas “para manipular la expectación e inducir al deseo de compra” de productos innecesarios que obedece a lo que llama “ocho necesidades compulsivas que la publicidad promete realizar… El libro también explora técnicas de manipulación para promover políticos…y cuestiona su moralidad.” (http://en.wikipedia.org/wiki/Vance_Packard).
“Publicidad, propaganda, ingeniería social, se llame como se llame esta actividad no solo modificó nuestros hábitos de consumo sino también nuestros valores y mentalidad política…. El individuo se convertirá así en consumidor no solo de productos y servicios sino también de partidos y líderes políticos. Así el discurso ideológico queda desposeído de racionalidad y se transformará en eslogan.”
(http://www.meneame.net/story/formas-ocultas propaganda-the-hidden-persuaders-vance-packard)
Los persuasores ocultos, como se verá a continuación, inventaron la trampa del supermercado al cabo de años de investigación con cámaras disimuladas, entrevistas “inocentes” realizadas por sicólogos con los clientes y estudios de reacción ante colores y marcas y hasta la forma de pestañar de los consumidores.  Después de leer el siguiente capítulo del libro de Vance Packard, muchos quedarán asombrados, anonadados, por haber aprendido algo que no saben ni siquiera los dueños de supermercados nacionales, aunque, desde luego, inconscientemente lo ponen en práctica.
Hipnosis en el supermercado
Los investigadores de DuPont han descubierto que la compradora de mediados de este siglo no se molesta en hacer una lista o por lo menos en hacer una lista completa lo que necesita comprar. En efecto, menos de una compradora de cada cinco lleva una lista, pero de todas maneras las amas de casa siempre se las arreglan para llenar sus carritos hasta el tope, exclamando a menudo: “¡Por cierto, nunca me imaginé que compraría tanto!” ¿Por qué no necesita el ama de casa una lista? DuPónt da esta tajante respuesta: “¡Porque siete de cada diez compras se deciden dentro del negocio, en donde los clientes actúan según sus impulsos!”
(…)
James Vicary quiso averiguar la razón de tal incremento en las compras impulsivas. Sospechó que algo especial pasaba en la psicología de las mujeres que entraban al supermercado. Columbró que quizás sufrieran un aumento de la tensión al enfrentarse con tantas posibilidades, de modo que se veían obligadas a realizar las compras de prisa. La mejor manera de descubrir lo que pasaba dentro de la compradora sería utilizar un galvanómetro o detector de mentiras, lo cual era evidentemente poco práctico. Otro procedimiento casi tan ventajoso era usar una cámara cinematográfica oculta para registrar el promedio del parpadeo de las clientes mientras compraban. La rapidez del parpadeo es un índice bastante preciso de la tensión interna. Según el señor Vicary, la persona corriente parpadea normalmente alrededor de treinta y dos veces por minuto. Si se siente tensa parpadea con más frecuencia; bajo tensiones extremas llega a hacerlo hasta cincuenta o sesenta veces por minuto. En cambio, si su estado es de completa placidez, su parpadeo puede reducirse a veinte veces o menos aun.
Vicary instaló sus cámaras cinematográficas y comenzó a seguir a las damas a medida que entraban en las grandes tiendas. Los resultados lo dejaron perplejo, incluso a él. El parpadeo de las compradoras, en lugar de aumentar e indicar una tensión creciente, bajaba más y más, hasta llegar a un promedio anormal de catorce veces por minuto. Las damas habían caído en lo que Vicary llama un trance hipnagógico, es decir, habían llegado a la primera etapa de la hipnosis. Vicary dedujo que la principal razón de este trance era que en el supermercado, país de maravillas, están al alcance de la mano productos que en años anteriores sólo los reyes y reinas se daban el lujo de adquirir. La teoría de Vicary es la siguiente: ‘Justamente en esta generación, cualquiera puede ser rey o reina y pasearse por estos almacenes en donde los productos claman a gritos ‘cómprame, cómprame.”
Es interesante saber que muchas de dichas clientas estaban tan hipnotizadas que pasaban al lado de vecinas y viejas amistades sin notarlas o saludarlas. Algunas tenían la mirada un poco vidriosa. Estaban tan ensimismadas mientras recorrían el almacén recogiendo al azar artículos de los estantes que hasta tropezaban con cajas sin verlas y ni siquiera reparaban en la cámara que las filmaba, aunque en algunos casos su cara pasara a un pie y medio del lugar en donde estaba funcionando el murmurante motor. Cuando las amas de casa llenaban sus carritos se dirigían hacia la caja, el parpadeo comenzaba a aumentar hasta unas veinticinco veces por minuto. Luego, al oír el sonido de la caja registradora y la voz del cajero pidiendo el dinero, el parpadeo subía sobre lo normal, a unas cuarenta y cinco veces por minuto. En muchos casos sucedió que las mujeres no tenían suficiente dinero para pagar todas las lindas cosas que habían adquirido. Teniendo en cuenta esta fuente de impulsos adquisitivos que es el supermercado, los psicólogos se han asociado con los peritos en comercialización para convencer al ama de casa que compre productos que no necesita o que incluso puede no desear hasta que los ve, invitadores, en los estantes. Los sesenta millones de mujeres norteamericanas que hacen sus compras en los grandes almacenes todas las semanas reciben la “ayuda” para realizarlas de psicólogos y psiquíatras contratados por los comerciantes en productos alimenticios. El 18 de mayo de 1956, The New York Times publicó una notable entrevista con un joven llamado Gerald Stahl, vicepresidente ejecutivo de Package Designers Council, en la que éste afirmó: “Los psiquíatras dicen que la variedad de la provisión es tan grande que la gente necesita ayuda, para elegir, es decir, quieren dar con el paquete que los hipnotice y se les meta entre las manos.” Instó por lo tanto a los envasadores de alimentos a que hicieran más hipnotizantes los diseños de sus envases, de modo que el ama de casa alargue su mano y los elija entre sus muchos rivales. (Vance Packard, Las formas ocultas de la propaganda capítulo diez de la traducción de Martha Mercader de Sánchez-Albornoz para la editorial Sudamericana).
A Sergio y Alfonso, persuasores no ocultos.



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viernes, 30 de noviembre de 2018

La dama de azufre y la violetera

Pedro Conde Sturla1
3 de abril 2013

Olía a azufre, por endemoniada, igual que aquel tarado que fue presidente nominal de los Estados Unidos. El mismo al que Chávez comparó con el diablo, faltándole respeto al diablo, que es un pobre diablo.
Tenía cara de pájaro y era un pájaro malo. Era imperialista, era troglodita, era sádica, era pinochetista, era parafascista, odiaba al aguerrido pueblo irlandés, odiaba a los pobres, odiaba a los sindicatos y el estado de
Margaret Thatcher
bienestar, y en consecuencia,  promovió con éxito la desigualdad social como política de estado.
Era, en el fondo una especie de calvinista que “Elevó a categoría el egoísmo privado, estableciendo la riqueza como medida de virtud” (Francisco G. Basterra,El País ,12 abr 2013). Y quizás también como señal  de predestinación divina.
Era arbitraria, era intolerante y era intolerable. Y lo era a tal punto el punto que del poder fue sacada, humillantemente, por sus propios compañeros de partido.
No irá al infierno, sin embargo, todavía no han podido habilitar un espacio seguro para ella.
Sarita Montiel
¡Qué encantadora en cambio era la otra! Aquella Violetera del último cuplé, la de fumando espero, tan divinamente monumental, tan teutónica o sos pechosa, como dicen los argentinos.
Amor maternal inspiraba.
Por esas cualidades, amor maternal inspiraba en la época de su plenitud. Puro amor maternal y no otra cosa.¿Acaso no soñábamos todos -como dulces criaturas inocentes-, ser amamantados maternalmente por ella?




jueves, 22 de noviembre de 2018

Sergio Forcadell: La derrota de Madrid y la Marca España

Pedro Conde Sturla
12 septiembre 2013

[Hoy tengo como invitado a un publicista catalán de pura cepa, casado con dominicana y castizamente aplatanado. Sergio Forcadell y Feliú. Lo conocí hace un millón de años en los predios de Publicitaria InterAmérica, junto al inolvidable Harold Priego y una dulce colombiana que se horrorizaba de nuestras ocurrencias e irreverencias, sobre todo de las óperas italianas que Harold memorizaba y cantaba o graznaba a voz en cuello sin entender el significado, desentonando, soltando gallos, maltratando sin piedad la lengua de Dante.
Alguna vez escribí sobre ellos en términos festivos, como acabo de hacer, evocando momentos felices de nuestra relación en la agencia publicitaria.
Ahora quiero hablar en serio –cosa que me cuesta trabajo porque soy un charlatán vocacional- y presentar al amigo Sergio como lo que de él se sabe a carta cabal: “Veterano publicista con 43 años de experiencia, presidente y director de estrategia de Forcadell Publicidad, agencia de servicios plenos creada en 1985. Es especialista en las áreas creatividad e implementación de estrategias de comunicación. Más de 30 años como profesor en las principales universidades del país.” Es decir, uno de los mejores publicistas del país, curtido además en el magisterio.
Pero también quiero presentarlo como el fino analista y escritor satírico que produce textos que siempre me hace llegar y rara vez tienen acogida en la prensa. Esta vez lo acojo yo en mi página, libertaria, sin pedir permiso, para mostrar el valor, la finura analítica de un productor de ideas que vale lo que pesa y pesa mucho. PCS)
La derrota de Madrid y la Marca España
Señores, es la tercera vez que la ciudad de Madrid intenta casarse con los Juegos Olímpicos y también la tercera vez que la dejan plantada en el altar con el vestido puesto y el moño hecho, cuando en un instante, un juez medio viejito, parco y lento, saca una cartulina con el nombre de otra capital, quedando así automáticamente eliminada. 
Y, de verdad, lo sentimos mucho por Madrid, una gran urbe que presentó una impecable candidatura, y que posee todas las condiciones para constituirse en sede olímpica, con una excelente infraestructura deportiva, buenas comunicaciones, capacidad organizativa y un ambiente único para pasarlo de maravilla durante el tiempo que transcurrirían los juegos. Creemos que Madrid se lo merecía y sobre todo, lo necesitaba, para volver a retomar un protagonismo internacional que desde hace algún tiempo ha venido perdiendo . 
Ahora, tras la derrota, como tantas veces ocurre en el ambiente deportivo, vienen las excusas, válidas, o podridas. Que si fue una trama para dar paso a París las próximas olimpiadas, que si el comité hizo esto, los turcos eso, los japoneses aquello, o los venusinos lo de más allá.
Pero nosotros creemos que la causa principal, aunque no única, de esta derrota ha sido el empeño del Gobierno, más necesitado de las olimpiadas que la misma Madrid para salir de la difícil situación en que se encuentra, por querer proyectar ante el mundo una imagen de la Marca España , muy diferente a lo que en la realidad es. 
Se quiere presentar a este país como fuerte, dinámico, pletórico, cuando desde el interior y exterior se le percibe en una profunda crisis, débil y problemático, por mucho que Rajoy y sus ministros quieran hacernos creer, con índices y estadísticas en mano, que la recuperación económica y laboral está a la vuelta de la esquina. 
Uno se pregunta cómo le van a dar las Olimpiadas a un país que la Unión Europea le ha tendido un rescate bancario (aunque lo hayan bautizado con otro nombre) de 50,000 millones de euros, según se dice en medios financieros, ya fracasado. 
Qué durante años mantiene ya 5 millones de para dos. Qué hay un millón de familias sin ingresos de ninguna especie. Con un serio aumento de la pobreza, de los recortes en educación, en sanidad y otras áreas sociales prioritarias. Qué tantos y tantos dirigentes políticos, de todo s los partidos, están implicados en severos y vergonzosos actos de corrupción. 
La Marca España
 ni siquiera proyecta una imagen unificada, pues el principal motor económico, Catalunya, quiere independizarse porque después trescientos años de unión forzada, no ha podido encajar en el estado español debido a la tradicional torpeza y miopía de su política, anclada aún en el siglo XIX. 
Eso sin contar algo tan importante como los dos pajes deportivos que se han presentado en los últimos tiempos que alcanzan a atletas ganadores y ganadoras de grandes competencias, médicos deportivos, y la sobre todo vista gorda que se ha hecho con ellos a través de fallos exculpatorios por parte de los organismos oficiales.
Y todo esto, en un mundo comunicado e interconectado se sabe y, en consecuencia, se percibe una Marca España,  inflada y florida que no encaja con su cruda realidad.
El Gobierno del PP, embarrado hasta el cuello, entre otros asuntos, con el escándalo de Bárcenas, ha querido salvarse primero, y de paso a su querida y maltrecha monarquía, con el respiro que podía otorgarle el balón de oxígeno que son las Olimpiadas, pero este tiro estratégico salió por la culata de la escopeta olímpica, y ahora debe soportar, además, el cubo de desprestigio y desmoralización que le ha caído en la cabeza. 
Estambul, capital de un país claramente emergente, con veinte millones de habitantes, situado a un puente de distancia entre dos culturas milenarias, con la posibilidad de avanzar con los Juegos a Turquía, en derechos de igualdad social y de género, y de influir en lo deportivo a las complicadas naciones que la rodean era, por hegemonía del deporte, mejor candidata. 
Y qué decir de Tokio, las Olimpiadas serán un tsunami de optimismo para paliar en parte la tragedia del tsunami marítimo que arrasó tantos pueblos y causó decenas de miles de muertos. Además. Japón es poderoso, tiene mucho dinero y recursos tecnológicos, así como una gran disciplina en lo económico, moral y humano que garantizan el cumplimiento de los objetivos propuestos. Tokio era mucho competidor, demasiado para Madrid en estos momentos. 
Este Gobierno del PP, debe aprender rápido una lección que le ha costado mucho dinero y esfuerzos a la comunidad de Madrid. Cifrar las mayores esperanzas en los Juegos, apostando más al continente del producto que al contenido, lo cual suele crear lo que en psicología denominan disonancia cognoscitiva, es decir, una gran diferencia entre lo que se ofrece y lo que se recibe, y que se traduce en una gran decepción.
Los productos, incluida la tan deteriorada Marca España, se venden más por lo qué son y lo qué ofrecen, que por sus envolturas, por muy bellas y atractivas que estas sean, como lo ha sido la bien elaborada y decorada presentación de la candidatura de Madrid. 
Y más aún cuando hay un Comité Olímpico Internacional, con un jurado de más de noventa miembros que los abre, huele, los compara, los manosea y los valora, hasta lo último. Meticulosos que son ellos. (Sergio Forcadell).
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martes, 30 de octubre de 2018

EL PRÍNCIPE DE MAQUIAVELO

Pedro Conde Sturla
3 de septiembre de 2012
 

[Tres pequeños grandes libros sacudieron las ideas y la moral del Renacimiento. La “Utopía” de Tomás Moro, el “Elogio de la locura” de Erasmo de Rotterdam y la obra póstuma de Nicolás Maquiavelo, “El príncipe”, famosa entre todas las famosas y la más digna –o indigna-  de antología  por el valor en sí de la pieza.
Todas gravitan sobre el pensamiento universal, aunque muy pocos las conocen más que de nombre, salvo los políticos ilustrados, y generalmente malvados, que de ella se nutren.
Todavía se discute si Maquiavelo fue un cínico que propuso una tesis para gobernar al margen de la moral y la ética, o si quiso denunciar una práctica aberrante, o quiso dejar un manual para el mejor de todos los gobiernos.
De hecho lo que hizo fue fundar la ciencia política. Teorizar, trasponer desde el terreno de la práctica al terreno de las ideas, como decía mi profesor de historia del arte moderno: Julio Carlo Argán.

domingo, 26 de agosto de 2018

CONTRACORRIENTE

                                
Siempre preferí nadar contra la
corriente.
Mientras los jóvenes de mi época
se dejaban crecer
largas cabelleras,
yo me dejaba crecer
la calva.

sábado, 18 de agosto de 2018

Vestir para existir (3 de 3)



Catalina de Erauso.
Algo que se destaca en la vida de Catalina de Arauso –como bien hace notar la autora de este trabajo- es que la “conversión” en hombre le dio cierto poder y autonomía, pero fue la revelación de su condición de mujer lo que la hizo famosa y le valió el reconocimiento. La transgresión sexual, por la que pudo haber terminado en la hoguera, fue amortizada por sus incontables servicios, sus incontables crímenes al servicio de la corona y de la fe. Tanto así que el monarca Felipe IV la premió con una renta de ochocientos escudos y “le confirió una encomienda”, mientras que el santo papa Urbano VIII le concedió “el derecho a seguir vistiendo indumentaria masculina”.
En la sociedad de la época, las desviaciones a los “códigos morales y estereotipos de género” no quedaban sin castigo, y el castigo era ejemplar. La monja Alférez los violó, pero al servicio del orden establecido. (PCS).

Vestir para existir y actuar de otro modo: la cuestión de travestismo en “La historia de la Monja Alférez Doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma”.

Patricia Cabral

La agencia (o capacidad de actuar) adquirida a través del travestismo la insta a decidir su destino, y a responder lo siguente al señor obispo don Julián de Cortázar cuando éste insiste en que se quede en el convento de su orden en Santa Fe de Bogotá:
“Yo le dije que no tenía yo orden ni religión, y que trataba de volverme a mi patria, donde haría lo que pareciese más conveniente para mi salvación.”13
Aún sintiendo atracción por algunas mujeres, la Monja Alférez protege el secreto de su género biológico evitando la actividad sexual y el casamiento.14 No obstante, a pesar de lo persuasivo y firme que es el tono de la narración, ciertas situaciones resultan improbables. Tomando en cuenta la relativa androginia de Catalina, las múltiples ocasiones en que la protagonista se encuentra “desnuda” hacen dudar de su capacidad real para ocultar su secreto durante tanto tiempo. Víctima de asaltos y heridas graves que requieren el cuidado y la observación de otras personas, Catalina corre a menudo el riesgo de ser descubierta como mujer.15 En el primer caso, se puede inferir que se trata de una relativa desnudez en que el personaje queda en ropa interior. En cambio, en el segundo caso parece menos probable aún teniendo en cuenta que carecía de busto al haberse aplicado “emplastos” para “secar” y reducirlo.16 A fin de cuentas, podemos igualmente asumir que estos frecuentes momentos de tensión tienen simplemente el objetivo de mantener el interés de los lectores, y ensalzar el prodigio que significó el caso de la Monja Alférez. La ambigüedad y ambivalencia tanto del género, como de la sexualidad del personaje se traducen en su lenguaje: la Monja Alférez vacila contantemente entre referirse a sí misma como mujer u hombre, alternando pronombres y adjetivos de ambos géneros. Esta alternancia aparece tanto en la edición de Joaquín María de Ferrer publicada en 1829, como en la de Ángel Esteban fechada 2002.17 En resumen, transformarse en hombre le permitió realizar hazañas y establecer su autonomía, en cambio revelar que era mujer le granjeó la fama, el reconocimiento por su servicio a la monarquía española por parte de Felipe IV —específicamente por su participación en la guerra de Arauco contra los mapuches en Concepción y Valdivia en el Reino de Chile—, acompañado por una renta de ochocientos escudos, y el derecho a seguir vistiendo indumentria masculina concedido por el papa Urbano VIII quien le instiga a vivir honestamente y no ofender a nadie. Según escribe Stephanie Merrim en “Catalina de Erauso: From Anomaly to Icon,” el rey español también le confirió una encomienda.18. Independientemente de haber sido aceptada por su notoriedad, Kathleen Ann Myers en Neither Saints nor Sinners, sostiene que la sociedad española (y en general la europea) cuyos códigos morales y estereotipos de genero teóricamente no admitían desviaciones, no estaba dotada ni cognitiva, ni ideológicamente para lidiar con el fenómeno desconcertante que representó la Monja Alférez. Este hecho jugó a su favor, permitiéndole construirse una identidad en oposición a los roles de género establecidos, pero que se alineaba con los intereses político-económicos del Imperio español.19
Su travestismo es celebrado y hasta alabado en vista de que aspira al ideal androcéntrico de este medio sociocultural y momento histórico que contempla al hombre como un ser superior tanto física, como espiritualmente.20. Empero cabría precisar que en principio su aporte al sistema patriarcal expansionista se limitó a la defensa militar de manera puntual; ella no participó, que se sepa, a la economía de la creación al evitar el ciclo reproductivo que genera una posteridad demográfica.
Finalmente, en 1630, la Monja Alférez regresó a América, tomó el nombre de Antonio de Erauso, y vivió como arriero y comerciante en la ciudad de Veracruz.21. La sociedad en flujo —menos centralizada y supervisada— y los espacios extensos del continente americano se ajustarían mejor a su carácter intrépido e independiente.
Notas
13. Ibid, 164, 165.
14. Stephanie Merrim, “Catalina de Erauso: From Anomaly to Icon,” Coded Encounters. Writing, Gender, and Ethnicity in Colonia Latin America, ed. Francisco Javier Cevallos-Candau, Jeffrey A. Cole, Nina M. Scott and Nicomedes Suárez-Araúz (Amherst: University of Massachusetts Press, 1999), 178, 182.
Perry, “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain,”399, 400.
Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma, 104, 109, 122, 123.
15. Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma, 144, 149, 153, 160, 168, 170.
16. Perry, “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain,” 397.
17. Refiérase a las notas 201 y 202 al pie de la página 161 de Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma, edición de Ángel Esteban, 2002.
Merrim, “Catalina de Erauso: From
Anomaly to Icon,” 182.
18. Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma, 169, 173.
Merrim, “Catalina de Erauso: From
Anomaly to Icon,” 179, 183.
Myers, Neither Saints Nor Sinners, 141, 144, 145, 147.
Perry, “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain,” 409.
19. Myers, Neither Saints Nor Sinners, 148, 157.
Perry, “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain,” 413.
20. Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma, 173, 174.
Merrim, “Catalina de Erauso: From
Anomaly to Icon,” 188, 189, 190.
Myers, Neither Saints Nor Sinners, 148.
Perry, “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain,” 411.
21. Myers, Neither Saints Nor Sinners, 141.
Perry, “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain,” 409.
Merrim, “Catalina de Erauso: From
Anomaly to Icon,” 179.
Bibliografía
Anderson, Ruth Matilda. Hispanic
Costume, 1480-1530. New York: The
Hispanic Society of America, 1979.
Colomer, José Luis and Amalia Descalzo. Vestir a la española en las cortes europeas (siglos XVI y XVII), 2 vols. Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica, 2014.
De Sousa Congosto, Francisco. Introducción a la historia de la indumentaria en España. Madrid: Ediciones Istmo, 2007.
Erauso, Catalina. Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma. Madrid: Cátedra, 2002.
Merrim, Stephanie. “Catalina de Erauso: From Anomaly to Icon.” In Coded Encounters. Writing, Gender, and Ethnicity in Colonial Latin America, edited by Francisco Cevallos-Candau, Jeffrey A. Cole, Nina M. Scott and Nicomedes Suárez-Araúz, 177-205. Amherst: University of Massachusetts Press, 1994.
Myers, Kathleen Ann. “The Lieutenant Nun. Catalina de Erauso (1592?- 1650). Soldier’s Tales and Virginity.” In Neither Saints Nor Sinners. Writing the Lives of Women in Spanish America. Oxford: Oxford University Press, 2003.
Perry, Mary. “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain.” In Queer Iberia. Sexuality, Cultures, and Crossing from the Middle Ages to the Renaissance, edited by Josiah Blackmore and Gregory S. Hutcheson, 394-418. Durham: Duke University, 1999.
Seed, Patricia. “The Church and the Patriarchal Familiy: Marriage Conflicts in Sixteenth- and Seventeenth-Century New Spain.” Journal of Family History 10, no. 3 (1985): 284-293.
http://jfh.sagepub.com/cgi/content/abstract/10/3/284. l



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lunes, 13 de agosto de 2018

BIBLIOTECAS A LA HOGUERA (1-3)

Pedro Conde Sturla
Agosto de 2016

(1)

El incendio del palacio donde se encontraba la biblioteca de Asurbanipal fue, a juicio de algunos historiadores, beneficioso para la preservación de la misma.

La biblioteca de Asurbanipal era un modelo de organización que hubiera prestado inestimables servicios de generación en generación si no hubiese desaparecido durante siglos (unos veinticincos siglos) en las aguas negras de la historia. Desapareció en al año 612 a.C., junto a la portentosa ciudad de Nínive y el imperio asirio, cuando una rebelión de los babilonios provocó la muerte, la esclavización de sus habitantes, el incendio de sus palacios, la ruina total de una civilización. Su descubrimiento a fines del siglo XIX sacó a la luz uno de los más ricos tesoros arqueológicos de todos los tiempos. El mismo, o parte del mismo que hoy está siendo sometido a la más sistemática destrucción y saqueo a consecuencia de las devastaciones de lo que alguna vez fue Iraq por parte del imperio del bien y sus aliados.
La reconstrucción virtual de los palacios de Nínive nos deja todavía con la boca abierta y así también la descripción del inmenso patrimonio cultural de la biblioteca de Asurbanipal, de su avanzado sistema de clasificación y ordenación de los documentos escritos en ambos lados de tablillas o tabletas de arcilla cocidas al horno. Documentos que en otros tiempos y lugares se escribirían en cavernas, en las paredes de cámaras y antecámaras sepulcrales de las pirámides, en sarcófagos, en papiro, en pergamino, en cuero, en madera, en papel, en soporte digital. Algo parecido a lo que hoy día llamamos libros.


sábado, 11 de agosto de 2018

Vestir para existir (2 de 3)

Doña Catalina de Erauso, la llamada monja Alférez, era todo un personaje. Asumió la identidad de un hombre y probó su hombría –su hombría hispánica- de la peor manera posible, ejerciendo con saña la violencia al servicio de las peores causas, la violencia y la misoginia.
Quedó atrapada o atrapado al nacer en un cuerpo de mujer contra el cual se rebeló, pero ese fue también el límite de su rebeldía. No era una simple travesti. El traje de hombre que vistió durante tantos años no era un disfraz, era su piel, su verdadera piel. Luchó toda la vida para ser aceptada como hombre y se distinguió como matarife, militar y matarife representante del “vir ibérico”, el machismo o masculinidad de los monstruos de la conquista .
“El martilleo brioso y continuo –dice Patricia Cabral en su radiografía del personaje- de reiterados eventos evocados por el uso de verbos conjugados en el pretérito, refuerza y consolida el molde identitario resultante del acto inicial de travestismo, y su prolongación a largo plazo”.
Nada que ver con feminismo ni protofeminismo. Esa extraña criatura llamada la monja Alférez era lo que aquí llamamos un macho de hombre, aunque “blológicamente incompleto”. (PCS). 

Vestir para existir y actuar de otro modo: la cuestión de travestismo en “La historia de la Monja Alférez Doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma”

Patricia Cabral

La transformación de aspecto permite el alejamiento eficaz y la adopción de una nueva identidad gracias al cambio de género, aunque éste sólo sea exterior. Esta modificación superficial genera alteraciones profundas capacitándola a ejercer la violencia, y a asumir la conducta inherente a la masculinidad tradicional según los parámetros peninsulares e imperialistas de la época. Al escoger una filiación militar, la Monja Alférez pasó a representar el vir ibérico, supremo monitor y ejecutor de la invasión y la colonización de América. El martilleo brioso y continuo de reiterados eventos evocados por el uso de verbos conjugados en el pretérito, refuerza y consolida el molde identitario resultante del acto inicial de travestismo, y su prolongación a largo plazo. La Monja Alférez es lo que hace, y lo que hace es ceñir su espada para cortar la cara del adversario, bregar, entrar la punta de la espada en el cuerpo de su contrincante, estar siempre con las armas en la mano, atropellar, matar, herir, hacer muchos daños, batallar, hacer diez mil añicos de un muchacho indígena, hacer tal estrago que corra como un río la sangre de sus víctimas, tirar una estocada, embestir, descerrajar, derribar, dar un arachuelo en la cara con un cuchillejo, y entrarle una estocada al italiano que se atrevió a ofender su hispanidad ibérica.5 La masculinidad de la Monja Alférez se efectúa por medio de la tropelía, la trampa y la crueldad, compensando por su condición de hombre biológicamente incompleto. 6
Sin embargo, la forma de travestismo de la Monja Alférez no desafía, ni cuestiona los cánones establecidos por la Iglesia Católica y el Imperio español; es decir, se pasa de un molde a otro, no se pone en duda el sistema que los ha engendrado. Inclusive, el amalgamar patrones de conducta asignados por separado a cada género, y basados en paradigmas morales propios de la civilización española católica, produce a la vez un personaje híbrido y curioso. Se adopta el vestuario, la belicosidad y los prejuicios del vir ibérico. En efecto, paradójicamente, la Monja Alférez concluye siendo el vir “perfecto” al conjugar las dos versiones del concepto de honor, tanto la masculina como la femenina: un valiente guerrero contenido sexualmente de manera absoluta al mantener su virginidad. Se absorben y condensan los aspectos ideales de la dualidad de género conforme a la fascinación por lo insólito y teatral del espíritu barroco, las doctrinas católicas sostenidas y reforzadas por la Contrarreforma y el Concilio de Trento, y la política expansionista del Imperio español, configurándose un sujeto misceláneo, y una especie de superhéroe colonizador. Instrumental y calculada, la transgresión de la Monja Alférez se adecuó a sus circunstancias personales, dando cabida a un posible y supuesto arrepentimiento de conveniencia expresado por medio de la asidua búsqueda de asilo en iglesias (opción que procede de la ley medieval denominada “el asilo en sagrado”), seguida de las debidas confesiones.
De ninguna manera supuso una rebelión unilateral e intransigente con la intención de socavar y demoler un sistema de vida. No se trata de un acto protofeminista. Esto se manifiesta en un episodio que ocurre al final de la obra, en el cual la Monja Alférez actúa como un macho misógeno al insultar y amenazar a dos mujeres: “En Nápoles, un día, paseándome en el muelle, reparé en las risadas de dos damiselas que parlaban con dos mozos, y me miraban. Y mirándolas, me dijo una: —Señora Catalina, ¿dónde es el camino?— Respondí: —Señoras p… a darles a ustedes cien pescozadas, y cien cuchilladas a quien les quiera defender—. Callaron y se fueron de allí.” 7
No acepta ser llamada “Señora Catalina” y ser señalada como mujer por mujeres que considera moralmente inferiores.
Del mismo modo en que utiliza ropa para convertirse en hombre, Catalina se vale de la confesión para recuperar su condición original de mujer, insistiendo en su estado de virginidad para salvaguardar su reinserción social de manera honorable. 8
La Monja Alférez realiza dos confesiones, la primera al fraile Luis Ferrer de Valencia,9 y la segunda al Obispo de Guamanga: “Señor, todo esto que he referido a V.S. ilustrísima no es así; la verdad es que soy mujer, que nací en tal parte, hija de fulano y sutana; que me entraron de tal edad en tal convento, con fulana mi tía; que allí me crié; que tomé el hábito; que tuve noviciado; que estando para profesar, por tal ocasión me salí; que me fui a tal parte, me desnudé, me vestí, me corté el cabello; partí allá y acullá; me embarqué, aporté, trajiné, maté, herí, maleé; correteé, hasta venir a parar en lo presente, y a los pies de su señoría ilustrísima.” 10
A pesar de admitir sus crímenes y fechorías, la Monja Alférez, juega su última carta al insistir sobre su castidad y permitir que ésta sea debidamente confirmada: “A la tarde, como a las cuatro, entraron dos matronas y me miraron y se satisficieron, y declararon después ante el obispo con juramento, haberme visto y reconocido cuanto fue menester para certificarse y haberme hallado virgen intacta, como el día en que nací.”11
Después de haber vivido casi veinte años como hombre, soldado y pícaro, Catalina se ve obligada a vestir hábito de monja y a vivir primero en el convento de las monjas de santa Clara de Guamanga por cinco meses, y luego en el convento de la Trinidad en Lima durante dos años y cinco meses, permitiéndosele volver a España al probarse que no había sido monja profesa. 12
NOTAS:
5. Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma, 103, 106, 113, 114, 115, 116, 117, 125, 127, 128, 133, 148, 152, 153, 156, 166, 172.
6. Myers, Neither Saints Nor Sinners, 148.
7. Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella
misma, 175.
8. Myers, Neither Saints Nor Sinners, 157.
9. Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella
misma, 153.
10. Ibid, 160.
11. Ibid, 161.
12. Ibid, 162, 163, 164 l


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